Ser madre en tiempos de terror

Siempre es la guerrera gigante que protege la vida que tú y yo llevamos en piel
La madre es actora-autora que crea y teje la historia social del humano mundo, capaz de acumular tristezas y cambiarlas en ternura y amor. Es guerrera, visible e invisible, de grandes y pequeñas batallas que la socioeconomía no estudia ni valora. Es esa mujer gigante y fuerte (aunque sea frágil y menudita) que avanza luchando por sus hijos en las rutas minadas que camina sin cansancio. Es singular y plural, guerrera de todo tiempo. Mujer gigante que da más que lo que le regalan hoy. Es la mujer-madre, abuela, tía, etc. Ser de vida, ternura y amor interminables que abrazan y crean el regazo que protege y fortalece. Caminante incansable que hace caminos al andar por la vida, sembrando vida y repartiéndola para que la sociedad se multiplique. Es maestra que enseña y transmite el lenguaje corporal y el alfabeto que nos prepara para leer los signos de la vida humana y mundana, de ayer y hoy.
Es la mujer coraje y loba que no se mata porque su marido la abandona con hijos. Tiene el llanto seco que transforma en fuerza moral para vencer. Es la trabajadora sexual que sacrifica la privacidad de su cuerpo para que sus hijos coman. Es la montuvia que pare hijos, cocina, siembra y cosecha arroz y cacao, etc. Es la madre que lucha por matrículas para sus hijos. Es la mujer que no priva a sus hijos de la leche materna pues prefiere amamantarlos a darlos como trofeos a su marido. Es la cocinera que madruga y hace desayuno y almuerzo para sus hijos escolares. Es la policía y militar que al mismo tiempo que da vida, protege y defiende a sus hijos, también atiende nuestra seguridad; y en esta tarea, algunas veces la vejan, humillan y muere.
Es la mujer que mata por robarle los pocos centavos que gana para alimentar y educar a sus hijos. Es la doctora y enfermera que murió atendiendo pacientes con COVID. Es una mujer total, inacabada, interminable, que siembra, recrea y trasmite vida humana y mundana. Por eso Unamuno dice: “Tu eterna imagen llevo de conducho/para el viaje postrero;/ desde que en ti nací, una voz escucho que afirma lo que espero./ Tú eres la única prueba que no falla/ de mi inmortalidad”. Siempre es la guerrera gigante que protege la vida que tú y yo llevamos en piel, espíritu, memoria y cuya huella está en nuestro ombligo.