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Guayaquil-Guayas: herencia y traición

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Todo es reemplazado por obras y cultura del cemento, destruyendo ese hábitat de ríos, esteros y manglares

Las diversas canciones, poemas, descripciones coloniales y relatos de visitas de extranjeros: Cicala, Ferrario, Stevenson, Baleato, Victorino, D’Orbiny, Walpole, etc. y funcionarios coloniales: Requena, Jorge Juan y Antonio de Ulloa, etc., señalan una red marítima y fluvial de Guayas-Guayaquil. Hacen evidente que bosques, agua, esteros, red hídrica son la base esencial que estructura el ser económico, social, ecológico y cultural de Guayaquil-Guayas. Dicen que es una provincia marítima-fluvial, que es parte de su ADN geonatural, socioeconómico, cultural, simbólico, étnico e imaginario de las múltiples formas del ser-hacer, pensar-decir, del pensamiento y acción de los guayacos.

Esto sin contar con la base de su riqueza material geoagrícola y de su riqueza hídrica, que la concentró en el lugar preferencial de la socioeconomía agromercantil y comercial cacaotera, bananera, y también de los aspectos acuícolas, pesqueros, etc. Incluso sin los aspectos fundamentales de su soporte hídrico-múltiple no existiría su función portuaria ni las variantes de la feracidad de la tierra que se crea, recrea y teje, socialmente. Todo esto está estimulado, genéticamente, por las aguas del océano y los ríos. Por eso la historiadora española María Luisa Laviana Cuetos señala que “no solo se trata de una zona esencialmente marítima, llana y de escasa altitud sobre el nivel del mar, sino que está en gran parte cruzada por la más amplia red fluvial de la costa sudamericana del Pacífico” (1987). Desde ayer hasta hoy su base es de tierras de llano, manglares y una extensa red hídrica que configuran la estructura geonatural, socioeconómica y agromercantil de Guayaquil-Guayas y la región circundante de toda su cuenca hídrica del Guayas. Por eso los guayacos debieran ser fieles a estas condiciones y determinaciones que crean, recrean, tejen y proyectan la diversidad de esta dinámica colectividad humana y tropical.

Hoy parecen estar a espaldas y hasta en contra de esta tradición histórica. Lo que se da ahora es un abandono-traición de esta tradición. Todo es reemplazado por obras y cultura del cemento, destruyendo ese hábitat de ríos, esteros y manglares. El nuevo alcalde y la nueva prefecta deben basar su acción política en esta historia material y ambiental.