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No quemar los viejos, reverenciarlos

Avatar del Willington Paredes

"La COVID-19 afectó más a los viejos que la vida preservaba porque portan sabiduría"

El 2020 es tiempo para olvidar y recordar. Calendarios caen, relojes continúan, caretas ocultan a corruptos y las tarjetas de deseos circulan. No son de cartulina o plastificadas y frases hechas. Hoy la virtualidad ha invadido ese espacio social. El almanaque termina. Astrólogos, adivinos y charlatanes seguirán. Nadie intuyó que un virus mortal que salió de los mercados de China o sus laboratorios se extendería por el mundo llevando temor, sufrimiento y muerte.

El 2019 queríamos que venga el 2020 sin saber lo que ocasionaría. Algunos científicos y médicos chinos sí lo supieron, pero el Estado totalitario impidió que se conozca los efectos mortales que traería, hasta crear una pandemia planetaria. Sociedades y familias, de pobres y ricos, perdieron abuelos, padres, hijos, hermanos, esposos, etc. Fue un tsunami contra lo humano. Los países subdesarrollados con aparatos de salud débiles, sin previsión, recursos e insumos no pudieron protegerlos. Hoy todos quieren que el 2020 termine, traiga la vacuna y fin de la pandemia.

El mundo social perdió muchas vidas. La COVID-19 afectó más a los viejos que la vida preservaba porque portan sabiduría. Oriente los reverencia porque saben cuánto les debe. Occidente los desecha y confina en asilos. Algunos viven de la pensión jubilar por la que laboralmente se sacrificaron para merecerla.

Los monigotes que representan este año no se deben quemar porque tenemos que preservar el homenaje y la memoria a ese colectivo de hombres y mujeres que murieron dejándonos sus canas, arrugas, pasos lentos, y nunca rechazaron estar presentes cuando hijos y padres los necesitaron. Se los llevó no la historia sino la pandemia. Recordémoslos hoy y mañana. Démosle el homenaje que merecen diciendo con Violeta Parra “gracias a la vida porque me ha dado tanto”. Solo nos quedan retratos y libros que escribieron y leyeron. Fotos amarillentas de su infancia ida. Están en los nombres que muchos desconocen por indiferencia y no aceptan que envejecerán. Para los de cabellos blancos y caídos, caras y manos arrugadas, les diremos siempre que el coronavirus no los derrotó ni enterró sino la indiferencia social. La sociedad ingrata olvida cuánto les debe. Por eso lo viejos este año no se deben quemar.