Desde 1992 los mestizos del Ecuador viven bajo el asedio etnocentrista indígena, creado por antropólogos que no aceptan la pluralidad étnica del país como un proceso-producto precolonial. Impusieron la visión sesgada de los indígenas interandinos y amazónicos, tergiversando todo. Así desarrollaron más la confrontación política, juego del poder, amenaza y prepotencia antes que la unidad en la diversidad. Se hicieron izquierdistas. Pachakutik y la Conaie no han mostrado muchas diferencias en lo étnico-político: lo revolvieron.

El libro de un dirigente indígena “busca ser relato” de la subversión de octubre del 2019. Dos dirigentes, en la Fiscalía, al declarar sobre daño y destrucción de bienes públicos de Quito y el incendio de Contraloría, concluyeron: “nosotros no fuimos, nuestra movilización, protesta y lucha fue un derecho a la resistencia, etc.”. Sin embargo, destruyeron cultivos de flores, cerraron bombeo del petróleo, bloquearon alimentos. En Ambato cortaron el agua a niños y ancianos. Devastaron todo al paso. El centro histórico y bienes patrimoniales fueron devastados. Los mestizos con miedo y pánico. Quemaron un canal de TV, secuestraron periodistas, soldados y policías, se apedreó ambulancias y se quiso asaltar un depósito de armas. Querían incendiar el Parlamento, varias gobernaciones fueron tomadas y saqueadas.

El resentimiento-odio étnico quiso hacernos culpables de 500 años de opresión. La “Defensoría del pueblo” (¿?) los encubrió sin defender a víctimas del terror: los mestizos. Un dirigente insultó al presidente, secuestraron y vejaron a la Policía y símbolos patrios. Hubo pánico. Otra vergüenza: los asambleístas mestizos, entontecidos ciegos y mudos. A un año de la barbarie preguntamos: ¿hasta cuándo el odio étnico indígena destruye bienes de los mestizos? ¿Son culpables los mestizos de su exclusión y pobreza? ¿Vale la redención incendiando y demoliendo al Quito mestizo? Un dirigente indígena prohibió ir a territorio “de ellos”. Dijo que si entraba a “sus” comunidades le aplicaría justicia indígena y que había que pedir permiso para entrar a “sus territorios”. Este es un problema histórico, cultural y político que indígenas y mestizos deben comprender bien. De lo contrario seguirá el odio y terror étnico.