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Willington Paredes: Guerras religiosas: sin salida

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La mayoría de los relatos históricos afirman que no hay vencedores ni vencidos

Se crean y recrean por antiguos y nuevos dogmatismos. No se ganan ni se pierden. Son interminables. Hoy como ayer agregan hechos y procesos de amenaza, represión, terror y muerte. Así fueron tanto la Inquisición y las Cruzadas, como las guerras anteriores. La mayoría de los relatos históricos afirman que no hay vencedores ni vencidos, pues todos pierden en lo socioeconómico, cultural y religioso.

La historiadora y teóloga inglesa Karen Armstrong, profesora de Oxford, sostiene: las guerras religiosas tienen causas múltiples. Unas evidentes y otras ocultas. Además, las grandes guerras no tienen génesis religiosa. Por eso recomiendan estudiarlas, analizarlas y comprenderlas en sus causalidades múltiples. Solo así podremos llegar a conocer cómo y por qué detrás de la guerra israelí-palestina en Gaza, hay factores al margen de las crónicas de ideólogos, teóricos y estudiosos. En ella hay dos hechos básicos. Uno es pasado que está en sus textos sagrados. Otro del siglo pasado (1948), que es un punto de inflexión creando guerras continuas y diversos acuerdos de paz, frágiles y volátiles. Esto no ha terminado aún, pues el histórico enfrentamiento judaísmo-islam y de musulmanes y occidentales sigue. Armstrong dice en su obra Los orígenes del fundamentalismo en el judaísmo, el cristianismo y el islam (2017), que el mundo social posmoderno muestra la simbiosis de los factores tradicionales, económicos, geopolíticos, étnicos, culturales y religiosos, cuanto la incidencia de factores tecnológicos. Todos ellos entrelazados. Por eso dice que es difícil separar el trigo y la paja en esta guerra perpetua e interminable. Y sentencia que la paz solo se “puede encontrar en la comprensión religiosa, por sus enseñanzas sobre la compasión, y su reconocimiento de lo positivo de las fuentes de espiritualidad”.

Al margen de esto está la idea de Walter Benjamin: “No hay un documento de civilización que a un tiempo no sea un documento de barbarie”. Por esto bien cabría concluir que cualquier guerra es un hecho y un proceso anticivilizatorio. Esto nos lleva a preguntarnos si en los tiempos de hoy aún podemos sostener que hemos creado una vida social, humana y mundana que debemos compartir con otros, afirmando siempre el valor material, espiritual y moral de la paz.