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La lealtad

Avatar del Tania Tinoco

En esa pareja pensé, al leer en la prensa que el prefecto Carlos Luis Morales había denunciado a su esposa y a los hijos de ella, para tratar de jugar el papel de inocente en el caso de los contratos con sobreprecios que ahora se investigan por parte de la justicia.

Una pareja que celebró hace poco sus bodas de oro sorprendió a sus familiares al comentar que de todas las cosas que los han mantenido unidos por 50 años, la principal se reduce a una palabra: lealtad. Ante sus nietos y bisnietos se reconocieron imperfectos, irritables, de mal humor; incluso él se sonrojó cuando ella habló de sus épocas de picaflor, en medio de las carcajadas de los más jóvenes presentes en el festejo. Contaron pasajes de sus vidas y de cómo la verdad, el compromiso y el respeto a sus principios los hicieron leales, el uno hacia el otro.

En esa pareja pensé, como ejemplo tan distante, al leer en la prensa que el prefecto del Guayas, Carlos Luis Morales, había denunciado a su esposa y a los hijos de ella, para tratar de jugar el papel de inocente en el caso de los contratos con sobreprecios que ahora se investigan por parte de la justicia. ¿Es dable echarle toda la culpa a tu pareja de más de 25 años por delitos que salen a la luz? ¿Alguien puede creer que es posible no conocer las andanzas de quien comparte tu cama y tu mesa? ¿Acaso quiso contarnos una versión disparatada de aquella famosa película ‘Durmiendo con el enemigo’? Con la inevitable diferencia de que en ese filme, Julia Roberts vivía sometida y con pánico. Aun saldando las distancias, no hay manera de creer que en estos tiempos, lo que hacía la señora de Morales era desconocido por el señor Morales.

No iré con detalles sobre el Carlos Luis que conocí en el trabajo. Basta decir que era amable, puntual, siempre de buen humor. Hasta el último día en que trabajamos juntos, le pedí que lo pensara bien, pues entendía que cruzarse hasta el río de la política, no podría devolverlo al periodismo… Supo decirme entonces que Sandra, su esposa, estaba totalmente de acuerdo con que dejara la televisión para buscar una curul en el Congreso Nacional por el Partido Roldosista Ecuatoriano. Era el año 2006. Cuando llegaron las elecciones, al exarquero de Barcelona le faltaron muy pocos votos para convertirse en diputado. No llegó. Pero pronto consiguió cambiarse de canal y más tarde saltar de partido.

Nunca entenderé qué pasó con Pestañita. Aun ahora, con todas las revelaciones que ha hecho la Fiscalía, me resulta difícil creer que es cierto, y no alcanzo a adivinar cuándo y por qué cambió. Amigos comunes insisten en que quizás nunca lo conocimos de verdad, pero aun así desconcierta sobremanera ese gesto grotesco de denunciar a su esposa e hijastros, endilgándoles responsabilidades que, indudablemente, no logran salvar su pellejo. Denunciar a su pareja, en el momento quizás más crítico de su historia juntos, es querernos vender una telenovela barata, en la que no hay fidelidad y peor lealtad y nos hace pensar en una combinación perversa: ambición y dinero.

La noche en que el juez lo dejó libre, sin aceptar el pedido de prisión preventiva que hiciera la Fiscalía, desconocí a esa persona que llegó con ínfulas de ofendido al edificio de la Prefectura, ordenando bajar las banderas de Guayaquil y Ecuador que, desde el inicio de su periodo, han ondeado con gracia en el balcón de la Viceprefectura.

Ahora se dice que su esposa y los hijos de ella están fuera del país, siendo considerados prófugos de la justicia. Que si están en Perú, en Panamá, en la Florida, importa poco, cuando nos damos cuenta de que más allá de eso estamos frente a una familia que se ha desbaratado por completo.

García Márquez decía con sorna que había que ser infiel, pero nunca desleal. Discrepo con el Nobel, pero quizás muchos de ustedes no. Entiendo, sin embargo, que para ninguno la lealtad deja de ser un principio y valor superior.