Entre la indiferencia y el olvido

Avatar del Tania Tinoco

'¿Y los anuncios de volver? ¡Propaganda! No creamos todo lo que dicen los correístas en las redes'.

Los sabios dicen, y con razón, que la mayor venganza es el olvido. Lo practicaban con exquisitez las tiranías comunistas, al punto de llegar a borrar los nombres y las imágenes de quienes habían pasado de la gloria al repudio, a veces por odio o simple desquite. Era una práctica de olvido forzoso; una especie de venganza estilizada al máximo nivel.

En situaciones normales del diario vivir, entre hombres y mujeres comunes de hoy, el olvido también suele ser una victoria, pero demanda un paso previo llamado indiferencia.

Créanlo o no, eso fue lo que sentí en los pasillos del centro de convenciones de Cancún, cuando Rafael Correa y sus acompañantes se paseaban haciendo alharaca, como para alivianar la vergüenza de ofrecer conferencias magistrales en el exterior mientras deja de enfrentar a la justicia, para la cual es un prófugo.

Soy parte del grupo que no le dio atención: sin aplaudirlo, ni denostarlo, sintiendo eso sí vergüenza ajena.

Quién lo vio y quién lo ve, la vida le ha pasado factura: luce desmejorado, avejentado, sombrío. Lo acompañaba un grupo relativamente reducido. Nadie vio a Ricardo Patiño o Gabriela Rivadeneira. Infaltables, empero, sus hombres de seguridad, cuyo costo no debe ser ningún pelo de rana. ¿Quién corre con todos los gastos de hospedaje en hotel cinco estrellas, movilización vip, boletos de avión?

Fue inquietante la foto entre los expresidentes Rafael Correa y Ricardo Martinelli de Ecuador y Panamá respectivamente, coincidiendo en la cumbre de Cancún, enfrentados desde lejos a la justicia de sus países, donde son juzgados por corrupción.

¿Que Correa tuvo aplausos? Claro que sí. Desconocer su capacidad discursiva sería de locos, como también lo sería dejar de admitir un importante número de seguidores suyos en el país, que difícilmente podrá mantener con el tiempo, más aún cuando todo apunta a que el expresidente será condenado.

México es muy generoso con Correa y los suyos. Da asilo y refugio a figuras importantes que prefieren no arriesgar nada, siguiendo el camino marcado por su máximo líder: ser solidarios en los discursos, en las entrevistas, en Twitter... pero nada de plantar cara a Diana Salazar. Nada de regresar para enfrentar la justicia.

¿Y los anuncios de volver? ¡Propaganda! No creamos todo lo que dicen los correístas en las redes. Es un error caer en la estrategia de su ‘troll center’, aún vigente y con oscuro financiamiento. Si Correa no está, “otro ocupará su lugar” (como dice la canción).

Aceptando que muchos de ustedes, amables lectores, podrán no estar de acuerdo, por muchas cumbres políticas, conferencias magistrales, participación en foros o siendo entrevistador en RT, si Correa no vuelve (y difícilmente volverá) va camino a la indiferencia y al olvido.

En el futuro no será eliminado de las fotos. Nadie tomará un aerógrafo para borrarlo de las pinturas, ni un cincel para destruir su rostro. La historia recogerá su luminosa llegada al poder y su estrepitosa caída.