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Las pequeñas dichas

Avatar del Tania Tinoco

"Sabanilla, en Guayas, tiene otra buena noticia que ofrecer y no por razones de urbanismo sino de tecnología. Esta parroquia del cantón Pedro Carbo es la primera en contar con wifi gratuito, beneficiando a 500 familias".

Como periodista constantemente me pregunto: ¿Dónde están las buenas noticias? ¿Por qué no les doy más importancia? Pareciera que vivimos en rojo; en un constante ir y venir de escándalos en donde todo o casi todo tiene sabor amargo. Estamos fallando, lo admito, porque al contar las historias de la realidad nacional, que tantas veces resultan más crueles que la más inquietante ficción, dejamos reducidos los espacios para las buenas noticias, esas que pueden regalarnos pequeñas dichas, de las que también está hecha la vida.

He sonreído por ejemplo, en silencio y a solas, cuando he visto unas fotografías de las aceras de Puembo, con macetas de flores de todos los colores. Fui entonces a los detalles de esta peculiar iniciativa y me topé con un hombre de quien me declaro una respetuosa admiradora. Me refiero a Roque Sevilla, el exalcalde de Quito, que en tiempos de pandemia no ha dejado de trabajar por los demás, mientras prepara cada día el desayuno para su mujer (dicho por él en su cuenta de Twitter). Pues bien, hace un año hizo realidad uno de sus sueños: darle color a la centenaria parroquia de Quito, Puembo, logrando la colaboración de los vecinos para adornar ventanas y paredes con macetas de terracota donde se exhibieran las flores.

Empezaron embelleciendo el parque, luego varias de las casas antiguas. Incluso en la fachada de la iglesia se colocaron anillos de hierro, para acomodar los maceteros con geranios, rosas y más. Pareciera una obra de poca monta y definitivamente no lo es. Los ojos también necesitan poesía y las flores son versos no escritos.

Sabanilla, en Guayas, tiene otra buena noticia que ofrecer y no por razones de urbanismo sino de tecnología. Esta parroquia del cantón Pedro Carbo es la primera en contar con wifi gratuito, beneficiando a 500 familias. Las instalaciones respectivas se hicieron en la cancha multifuncional en el sector conocido como 24 de Julio, de manera que especialmente los estudiantes sean favorecidos.

Los vecinos de Sabanilla casi no lo podían creer; unos cuantos universitarios originarios de la parroquia, obligados a clases no presenciales, comentaban que iban ahorrarse 1,10 dólares diarios (el precio de las recargas para internet en sus celulares). Hubo escolares que aplaudían y adultos mayores interesados en aprender a manejar internet. La emoción contagió al pueblo que parecía de fiesta. El servicio fue instalado gracias a una alianza público-privada entre la Prefectura del Guayas y la empresa Telconet. A Susana González se le salieron las lágrimas cuando estudiantes agradecidos le pidieron una selfi. “Es una pequeña dicha”, dijo en voz baja la prefecta, pero no fueron pocos quienes la escucharon.

Su gente más cercana sabe de su empeño por mejorar la conectividad en un país donde el 70 % de los escolares no tiene acceso a internet. Lo que para unos puede ser una pequeña acción de servicio, para otros llega a significar una posibilidad de cambiar de vida.

A veces no somos capaces de darnos cuenta de ello. Y en buena hora que sea así. ¿Qué tipo de personas seríamos si el cálculo nos dominara, si contáramos los favores, si nos creyéramos con el derecho a recibir algo a cambio de lo que damos?

El servicio a los demás puede ser una fuente de dichas, alegrías y celebraciones, pero no se necesita tener un cargo público para servir. Si lo hacemos, la vida puede ser más intensa y a la vez más dulce, al recompensarnos con pequeñas victorias. Sabido es que una acción mínima vale mucho más que la intención máxima. Pequeños logros que a la larga suman y se vuelven grandes. Como las cuentas del rosario que terminan siendo una ofrenda de fe, cual ramo de flores a los pies de la entidad espiritual en que creamos.

Ojalá nos permitamos disfrutar de las pequeñas cosas; alcanzando a la vez una perspectiva más elevada de este vivir, amar y aprender en que puede resumirse nuestro tránsito por este mundo. A la larga y al final, entenderemos cuánta razón tuvo Charles Chaplin al decir: “Nunca te olvides de sonreír, porque el día que no sonrías será un día perdido“. La rabia no permite sonrisas, ni la indiferencia. Tampoco las malas noticias.