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Séptima Zenobia: importancia de su liderazgo

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Más allá de lo que pasó con ella, su legado más tangible fue el esplendor de su ciudad, que hoy sigue siendo considerada una de las joyas de la antigüedad.

En el siglo II el Imperio romano alcanzó su mayor extensión, abarcando grandes partes de Europa, Medio Oriente y el norte de África. Uno de los lugares más importantes del vasto imperio era la ciudad de Palmira, en la provincia de Siria. Tenía una ubicación estratégica al estar entre el mar Mediterráneo, al oeste, y el río Éufrates, al este.

La emperatriz de Palmira, Zenobia, fue la segunda mujer del príncipe Odenato, que perteneció al Imperio romano entre 267 y 272. Zenobia sublevó a Palmira e intentó crear su propio imperio. Su objetivo declarado era proteger al Imperio romano de Oriente del Imperio sasánida, por la paz de Roma; sin embargo, sus esfuerzos aumentaron significativamente el poder de su trono. Zenobia fortificó y embelleció Palmira, que contaba con una población que superaba los 150.000 habitantes. Las murallas que la rodeaban, según se decía, tenían 21 km de circunferencia. Zenobia aprovechó la grave crisis en la que se veía el nuevo emperador romano, quien al asumir en 268 debió hacer frente a la amenaza de godos, galos y la tribu germánica. En 269, Zenobia, su ejército, y el general Zabdas conquistaron violentamente Egipto con ayuda de su aliado egipcio, Timágenes, y su ejército. Tras estas incursiones iniciales, Zenobia llegó a ser conocida como la ‘reina guerrera’ al dirigir personalmente a su ejército, demostrando ser buena jinete, capaz de caminar tres o cuatro millas con sus soldados. Ella también se proclamó reina de Egipto y llegó a acuñar monedas egipcias con su imagen. Su reinado no duró mucho tras la llegada de Aureliano; él freno sus ambiciones de un Imperio de Palmira, pues logró contener a godos, galos y a la tribu germánica, y también reconquistó Egipto y decidió restaurar el poder de Roma en Oriente. En 272, Zenobia y su hijo intentaron huir hacia Persia pero fueron capturados y llevados a Roma. Más allá de lo que pasó con ella, su legado más tangible fue el esplendor de su ciudad, que hoy sigue siendo considerada una de las joyas de la antigüedad.

¿Serán nuestras ciudades mejor gobernadas si dejamos a mujeres hacer el trabajo?