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El día del bautizo

Avatar del Sara España

"En otros países se hacen neurocirugías por Zoom y aquí se saca un turno online que asigna cupo en el día 367 de calendario -con suerte- y cuando llega la fecha, ese turno solo habilita para hacer una fila"

Hay un día para nacer, otro para morir y otro para saber quién realmente eres. El tercero es el día en que vas al Registro Civil a sacar un papel que certifique cualquier evento en tu estatus y te entregan una hoja que dice que caduca a los dos meses. Ese día te bautizas como ciudadano para siempre porque es el día que eliges el camino por el que transitarás cada vez que lidies con las maravillosas instituciones públicas. ¿Caducan los nacimientos? Aparentemente. Y los casamientos. Y los divorcios. Y quién sabe si las defunciones. Para el Registro Civil, a los dos meses, ya no son válidos a no ser que vuelvas a renovar el trámite y pagar la tasa. ¿O sea que uno puede nacer y desnacer, casarse y descasarse, divorciarse y desdivorciarse y hasta morirse y desmorirse? Aparentemente. Basta con esperar dos meses y no habrá ventanilla que valide ese papel caducado.

A esa suerte de bucle o agujero negro se enfrenta el ciudadano. Los únicos capaces de salir de ahí con entereza son esos heroicos abogados que constituyen o liquidan compañías para inversionistas extranjeros, que ponen a prueba su paciencia ante el SRI o que desafían a los dioses pidiendo incorporar un ítem aún inexistente a las partidas arancelarias aduaneras para una nueva importación. Se gradúan en Leyes, pero se especializan de astronautas porque enfrentar a la administración pública en Ecuador requiere la misma excelencia académica y férrea voluntad de los cosmonautas o ajedrecistas rusos.

En otros países se hacen neurocirugías por Zoom y aquí se saca un turno online que asigna cupo en el día 367 de calendario -con suerte- y cuando llega la fecha, ese turno solo habilita para hacer una fila. Una fila que, a su vez, terminará en otro turno. El turno del turno. La fila de la fila. El trámite del trámite. La tasa de la tasa.

Y esa burocracia conduce al ciudadano a una intersección existencial: ¿será usted un resiliente cumplidor de cada paso que se jubilará antes de haber homologado su título extranjero en la Senescyt? ¿O se rendirá y vivirá siempre en la informalidad con tal de evitar tanto engorro? ¿O quizás se vuelva un asiduo cliente de tramitadores y mecenas de la nutrición -colas y sánduches- de funcionarios con más voluntad que rigor? Caro sale el maltrato institucional.