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Rubén Montoya Vega | Los Más Buscados, parte 2

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El enemigo no solo es el narco, con jueces/fiscales o lavado de dinero, sino el sistema que lo permite

Hace años, cuando éramos una ‘isla de paz’, las autoridades policiales armaron una lista de Los Diez Más Buscados para señalar la jerarquía peligrosa de los delincuentes en fuga. Tenía sentido. Hoy, cuando aspiramos con méritos a ser el nuevo México (es decir, un Estado fallido al que el crimen organizado ha sometido) tendríamos que hacer una de Los Cien. Como mínimo.

Pienso eso cuando el Gobierno, con razón, lanza la idea de cruzar información económica para saber qué jueces y fiscales no viven de su sueldo, o se la pasan liberando a delincuentes reincidentes tantas veces como las fuerzas del orden los detienen. Más que saber quiénes lo hacen, que está muy bien, deberíamos preguntarnos por qué hay una estructura (legal, política, moral) que les permite humillarnos en nuestras propias e indiferentes narices.

Perdón por la digresión: hace mil años un profesor de Derecho nos pidió pensarlo bien antes de aceptar el cargo de comisario que a media docena de nosotros nos habían ofrecido. “¿Creen que es un cargo en que podrán hacer el bien? Si ustedes piensan (y así pensábamos) que las comisarías son cloacas, ¿podrán hacer la diferencia o los vencerá el sistema?”. Edmundo Durán Díaz, el maestro ejemplar, tenía razón: lo que había que cambiar era el sistema. Toooodo el sistema.

Y por eso, la idea que parece vital, necesaria en un país que se desangra ante la general indiferencia, quedará corta. A menos que forme parte de un plan global que asuma al enemigo en su colosal dimensión. Porque el enemigo no solo es el narco que tiene a jueces/fiscales en su nómina, o lava dinero en nuestro sistema financiero, o tiene aliados en nuestras corruptas instituciones… El enemigo es el sistema que lo permite, y somos nosotros y nuestra creencia torpe de que arreglando lo de afuera se lava también lo de adentro.

Un ejemplo podría darlo el mismo Gobierno para empezar (ya nos tocará el turno a todos, a usted y a mí). Que haga lo mismo con sus ministros y asesores. ¿Cuántos viven de su sueldo?

O dictamos una política de Estado (legal, financiera, judicial) en serio, o solo tendremos una nueva lista de los más buscados. Una más.