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Rubén Montoya: De Miami para el mundo

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La condena a Pólit no solo revela su perfil de asaltante ni los socavones morales del correísmo

El veredicto de culpable que un jurado de civiles norteamericanos ha decretado antier sobre el excontralor Carlos Pólit es mucho más que la condena a un corrupto: es también una loza en la nuca del movimiento electoral más fuerte de este siglo, el correísmo, ese que se ha hecho el desentendido con el juicio porque su arma es el cinismo y su debilidad la amnesia selectiva. Adiós cantaleta del “lawfare”…

Loza pesada porque Pólit fue su gran contralor, su hombre de confianza para (des)auditar las cuentas de cien, ¿mil?, atracos y habilitar el modo en que se financiaban algunas campañas; su alumno estrella del 100/100 en los exámenes previamente amañados. ¡Qué fácil debe ser ganar concursos cuando quienes califican son peones de bolsillo!

Y es, además, la derrota de un país, al menos por dos razones: la primera es que -desde hace décadas- hemos incubado, tolerado o alentado un sistema judicial de títeres, asaeteado de rateros y mediocres, en ese estricto orden. El norte de ese ejército de gánsteres no es impartir justicia sino mantener el puesto malhabido, forrarse de dinero en el transcurso y hacerle venias al patrón de turno. Lo inaudito es que quien ordena para dónde van muchas sentencias puede ser un político o un narco, que a estas alturas casi son lo mismo. Ecuador tiene un sistema judicial que ha recibido una cachetada monumental, ¿o nos haremos los desentendidos con eso? ¿Cuándo usted y yo vamos a hacer un ‘mea culpa’?

La segunda es peor: el bochornoso juicio al que asistimos (gracias a los medios ecuatorianos que lo cubrieron, les debemos una) nos reabre una herida que supura: tenemos altísima tolerancia a la impunidad. Y por eso no vemos ningún problema en encargar la más delicada función de transparencia y control, la que exige un elevado nivel ético, a cualquiera. No importa: con que lo bendiga El Jefe basta. Y si además es “simpático”, ¡bingo!

La condena a Pólit no solo revela su perfil de asaltante ni los socavones morales del correísmo: nos muestra desde Miami y ante el mundo como el país que somos, uno en que la impunidad es parte de su mísero paisaje. Impunidad sistémica.