Rubén Montoya | La hora del liderazgo

Pero no es un liderazgo cualquiera. Es uno que antes de resolver, convenza
Lo evidente no necesita confirmaciones. Ecuador (sobre)vive en un estado de crisis que ha mostrado por estos días signos de un agravamiento que puede ser terminal. Los hechos los conocemos, así que no reiteraré el listado de masacres, disturbios, ataques hasta a las ayudas humanitarias, o la explosión de un coche bomba que alterará no solo el ritmo comercial de su más grande urbe. Y entonces, ¿qué se requiere para atajar el crecimiento de la macabra bola de nieve? Sin duda, medidas de fondo, estrategias de amplio compromiso social. Políticas de Estado, no de Gobierno. ¿Cuántas veces hay que decirlo?
Todo empieza por el ejercicio de un fuerte liderazgo. Quizás convenga meditar en su relevancia. Guerras, sistemas sociales injustos, hecatombes de diversa índole se han resuelto porque empezaron con uno así. Nelson Mandela y su estrategia del perdón; Jacinta Ardens y su modelo de empatía; Pepe Mujica y su autoridad moral. Las grandes crisis obligan a guías así, de esa estatura. Porque necesitan tomar decisiones rápidas y dar órdenes difíciles. A Ecuador le urgen.
¿Dónde cree usted que empieza el liderazgo de una entidad, una familia, un cuerpo social que enfrenta una crisis? Si ya respondió, lo mismo pasa con un país que tiene destrozados sus índices sociales y sus ánimos. Pero no es un liderazgo cualquiera. Necesitamos uno que antes de resolver, convenza. Que antes de llamar a una minga de limpieza, haga acto de presencia con su escoba. Y que, en lugar de ordenar, como si el ejercicio del poder fuese una metralleta, logre usar las armas imprescindibles: decir la verdad y comunicarla bien, conciliar lo negociable, influir con hechos en el ánimo social.
Todo eso empieza con lo que siempre ha sido la base de un liderazgo que inspire: el ejemplo. Es eso lo que nos lleva al apoyo y la acción. Lo que nos motiva a dejar diferencias, ideologías o intereses, pues hay un fin mayor que trasciende nuestra esfera individual. No es solo “mí” futuro el que está en coma, es el “nuestro”.
Es hora del liderazgo fuerte. Abogo por uno basado en el ejemplo. Es ése el que logra ser efectivo. Porque inspira e influencia.