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Llevamos el miedo a cuestas

Avatar del Rosa Torres Gorostiza

No contribuyamos al campo minado en que se ha transformado el Ecuador por la desidia de las autoridades y del pueblo

El miedo se ha convertido en parte de la cotidianidad de la sociedad ecuatoriana, con la que se está aprendiendo a vivir a fuerza de las circunstancias y de las condiciones diarias. No me refiero solamente al miedo a ser víctima colateral de la violencia delincuencial o criminal, de todas y cada una de las formas en que azota al país, sino de todo aquello que diariamente pone en riesgo la integridad física y hasta emocional de quienes habitamos en el territorio nacional.

Hay miedo a morir en las calles, arrollados o impactados por algún vehículo que irrespetó las señales de tránsito, o a perecer arrastrado por un torrente de aguas lluvias de una inundación, como le ocurrió a un taxista en el populoso sector de El Fortín, en el noroccidente de Guayaquil. O a ser víctima de la caída de árboles que, por la falta de poda, ceden al peso de las hojas cargadas de agua en esta fuerte temporada lluviosa, como ocurrió el sábado en la avenida Francisco de Orellana. O a perder la vida, o los inmuebles, o ambos al mismo tiempo, por los hundimientos o deslizamientos de tierra de las pendientes, que pudieran evitarse si se hiciesen las obras de prevención.

Son tantos, pero tantos, los peligros a los que nos exponemos, ya sea dentro o fuera de la casa, que somos muchos los que tenemos encendidas las alertas porque no sabemos en qué momento y en qué lugar nos asestarán el golpe, o al bolsillo o al cuerpo.

El sentir popular es que Ecuador en un terreno minado por el descontrol de la seguridad que permite la libre actuación de las mafias; por la irresponsabilidad de los infractores de las normas de tránsito, que provocan más muertes que las enfermedades; por la dejadez de quienes integran los gobiernos, que incumplen con sus obligaciones de atender al pueblo en sus múltiples necesidades y en la ejecución de obras que eviten desgracias; por los corruptos de la clase política que llegan al servicio público para llenar sus bolsillos.

A pesar de saber que hay muchas bombas por explotar, los ecuatorianos han extraviado el derecho al reclamo, al buen comportamiento social, al respeto de las leyes y las construcciones seguras, pero también a las libertades. No olvidemos que vivimos con miedo por permitir que nos roben la paz. Tenemos que cambiar y exigir respeto.