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El descuido municipal

Avatar del Rosa Torres

Las pocas áreas verdes de los malecones del río y del Salado, están marchitas y muriéndose por la falta de cuidados

Veintidós años tiene de construido el Malecón 2000 y durante más de una década observé que era de los pocos atractivos turísticos bien mantenidos de Guayaquil, al que los guayaquileños mostrábamos con orgullo a los visitantes. El sector de los jardines era mi preferido por la vegetación, los patos y los peces de los que podía disfrutar, junto al río Guayas, más que nada por su frescura en los ocasos del verano.

Hace unas semanas volví a recorrer el Malecón, desde su inicio en el palacio de Cristal (antiguo Mercado Sur) hasta su enlace con el barrio Las Peñas. Me sorprendió el descuido expuesto en sus 2,5 kilómetros de extensión, pero más en el área de los jardines, que han perdido su verdor y el aroma de las flores. Hay tan pocas.

La sequedad del bosque tropical seco, que se quiere simular, se muestra grotesca a través de las hojas secas de las plantas ornamentales y los árboles sin poda y sin vitalidad, como si de esa manera alertaran que su existencia está en peligro. Es irónico ver una naturaleza muerta junto al caudaloso río Guayas, que expone una maloliente sedimentación en las bajamares, por la basura que se atasca en los lechuguines. Hasta el agua de la piscina artificial, creada para que naden los peces y los patos, tiene un color verdoso que evidencia la falta de tratamiento.

Pero este no es el único sitio en el que se nota la desatención municipal, que contrasta con las declaraciones de los servidores públicos del Cabildo que creen que con palabras se impulsa el turismo y la atención a los ciudadanos, que requieren espacios para el esparcimiento, que no son necesariamente piscinas con olas artificiales, pero sí parques bien cuidados y protegidos, en todos sus aspectos.

Lo mismo ocurre en el parque lineal del malecón del Salado, donde hay esculturas garabateadas, camineras con bordes enmohecidos, césped e ixoras que han perdido el verde para dar paso a un lúgubre café pálido.

Con tanta agua en los ríos Daule y Guayas, ¿cómo puede dejarse que la vegetación muera? ¿Cómo puede una autoridad municipal declararse defensora de la naturaleza si descuida espacios emblemáticos de la ciudad? Guayaquil merece que se cuide lo poco que tiene.