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La crisis de valores en la Policía

Avatar del Rosa Torres Gorostiza

Los casos de policías corruptos, indisciplinado y violentos se multiplican en momentos en que la ciudadanía suplica por seguridad

La sensación de seguridad que antes sentían los ciudadanos cuando veían llegar a un policía ha cambiado ahora a una de incertidumbre, temor y desconfianza porque no se sabe si quien hace su aparición es un uniformado dispuesto a cumplir con su deber, o es uno capaz de agredir, extorsionar, o que tiene vínculos con bandas criminales y narcotraficantes.

La imagen del policía héroe, el que era capaz de ofrendar su vida para defender a los ciudadanos está quedando atrás por los múltiples hechos en los que están involucrados los agentes del orden, que están pasando a ser agentes del desorden y de la violencia, desprestigiando así a una institución, como lo hicieron en enero de 1988 los agentes del SIC-10, señalados por la desaparición de los hermanos Carlos Santiago y Pedro Andrés Restrepo, o como ocurrió después con los seis oficiales detenidos en 2011 por ayudar a sacar droga a través del aeropuerto de Quito.

Los casos de policías corruptos, que se codean con los delincuentes y traficantes de drogas en los barrios, se multiplican en momentos en que la ciudadanía suplica por seguridad, pero no encuentra respuestas satisfactorias en las instituciones que tienen la responsabilidad de brindárselas.

Las fallas empiezan en los filtros de los procesos de selección de los cadetes y continúan en la Escuela Superior de Policía, en la que hay permiso para el descontrol y los desvalores, como si estos pudieran tener cabida en la formación de quienes deben garantizar la seguridad interna del Estado y del orden público. ¿Cómo se puede formar a buenos elementos, honestos, disciplinados y cumplidores de la ley, si hay instructores que aparentemente fomentan el ejemplo del desenfreno en sus dirigidos?

El caso de la desaparición en la escuela policial de la esposa de Cáceres, la abogada María Belén Bernal, evidencia las múltiples fallas de seguridad que existen desde hace años en esta y otras instalaciones. No hay que olvidar la desaparición de 150 armas de una bodega en Guayaquil y de 158.000 dólares de la Policía Judicial de Durán. Los casos sobran, las investigaciones faltan.