Premium

Rosa Torres: La inútil vigilancia en las vías

Las agencias municipales de tránsito siguen fallando en sus estrategias para la vigilancia del tráfico urbano

Seguramente, no soy la única que se pregunta qué hacen agentes de tránsito parados en las vías, a metros de redondeles y de semáforos, como si estuvieran esperando que algo ocurriera o que alguien cometiese alguna infracción. Unas veces miran detenidamente el circular de los vehículos y en otras dedican el tiempo a revisar sus teléfonos celulares, sin inmutarse por lo que ocurre a su alrededor. Frente a ellos pasan vehículos sin placas, o no respetan las luces en rojo, pero ni siquiera hacen una señal para detenerlos y ponerles una infracción.

No comprendo la necesidad de la presencia de esos agentes hasta los días domingos, uno por turno, cuando la circulación vehicular es baja, comparada con la que se registra durante los demás días de la semana, más que nada en las horas pico de la mañana y la tarde.

Lo anteriormente descrito acontece de lunes a domingo en las vías a Daule y a la Costa, en Guayaquil; en la avenida León Febres-Cordero, que abarca parte del territorio de Daule y de Samborondón; y en la vía a Salitre, del cantón del mismo nombre, como si la única intención del agente de tránsito fuese perder el tiempo y, por eso cobrar un honorario que lo pagan los contribuyentes, porque es con el dinero de los impuestos que se cancelan los salarios de los empleados del sector público.

Lo paradójico de esto es que mientras en esas vías hay agentes parados como estatuas, su presencia es imprescindible en otras calles e intersecciones viales de Guayaquil, Daule y Samborondón, para mejorar la circulación vehicular, porque lo que aflora en cada uno de estos sectores es el irrespeto a la normas de tránsito.

Con este tipo de organización y desaprovechamiento de los recursos existentes, una vez más se pone de manifiesto la falta de planificación y de optimización de lo que se tiene, que no responde a las necesidades de los habitantes de estos cantones que diariamente sufren de un grave congestionamiento vehicular, no solo permitido por los agentes de tránsito, sino provocado por la desidia de los propios conductores y de la falta de obras indispensables para mejorar la movilidad urbana.

Hay que acabar con la vigilancia inútil en las vías.