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Rosa Torres Gorostiza | Troles del poder, cloaca digital

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Los medios de comunicación se encuentran bajo el constante asedio de troles digitales, que atacan sin descanso a periodistas

Escondidos como ratas en la oscuridad, los troles se mueven entre la porquería digital para cumplir una misión sucia: atacar a los medios y periodistas que incomodan al poder. No son espontáneos ni rebeldes; son empleados del silencio, asalariados de la mentira, sirvientes de quienes saquean los recursos del país. Detrás de sus perfiles falsos se esconden los mismos que se roban el dinero del subsidio a los combustibles, los que exprimen las minas como si el oro y el cobre no fueran de todos los ecuatorianos.

Las redes sociales, creadas para informar y conectar, se han convertido en trincheras de guerra política. Con fondos públicos y tecnología pagada por todos, los troles operan como ejércitos digitales al servicio del poder y de la corrupción. No buscan debatir; buscan destruir. No informan; deforman. Su objetivo es silenciar a los medios libres, desprestigiar a los periodistas y mantener a la gente en la oscuridad.

La cobardía de quienes dirigen estas granjas digitales no tiene límites. Se esconden tras la invisibilidad de la red para perseguir y difamar. Necesitan un pueblo desinformado, empobrecido y resignado, porque un pueblo que piensa es un peligro para sus intereses. Mientras tanto, los recursos que deberían destinarse a hospitales, carreteras y escuelas terminan financiando esta maquinaria de odio y manipulación.

Lo más repulsivo es ver cómo funcionarios y operadores políticos se prestan para esta farsa, encubriendo la extorsión oficial bajo el disfraz de “comunicación estratégica”. Pagar con dinero público a quienes insultan y difunden calumnias no solo es corrupción: es complicidad con el crimen moral.

Hoy, los medios y periodistas independientes enfrentan no solo la presión económica del chantaje publicitario o las persecuciones del Servicio de Rentas Internas, sino también el intento sistemático de quebrar su dignidad y su voz.

Pero la prensa libre no se calla. Porque sin periodistas que pregunten, denuncien y revelen lo que el poder quiere esconder, Ecuador se hundirá en la mentira oficial. En tiempos de violencia, corrupción y cinismo, callar sería rendirse. Y rendirse nunca ha sido opción para quienes aún creen que la verdad sigue valiendo la pena.