Rosa Torres Gorostiza | Ojalá se les ablande el corazón
Lo que reclama la gente de este pequeño país sudamericano es paz y seguridad todos los días, trabajo estable y oportunidades
El anhelo de millones de ecuatorianos -y el mío- es sencillo y profundo: vivir una Navidad segura y en paz. Que estas fechas lleguen cargadas no solo de villancicos y luces, sino de la esperanza real de que vendrán días mejores para el país; días sin violencia, con empleo digno y con prosperidad para las familias y las empresas. Sin embargo, estos deseos no deberían limitarse al calendario ni depender de una Nochebuena. Más que fiestas, lo que reclama la gente de este pequeño país sudamericano es paz y seguridad todos los días, trabajo estable y oportunidades reales de progreso.
La Navidad suele invitarnos a la reflexión, pero también debería interpelar a quienes tienen responsabilidades públicas. Para que aquello que anhelamos deje de ser un simple deseo, es fundamental que el Gobierno central, los gobiernos locales y todos los estamentos del Estado se pongan a trabajar, de verdad, por el bien común. El país no necesita más discursos ni más confrontación: necesita gestión, coordinación y resultados.
El deseo para esta Nochebuena y para el Año Nuevo es que a todos se les ablande el corazón. Que el Gobierno central, las prefecturas y los municipios dejen a un lado rencillas políticas que nada aportan y se unan para derrotar a quienes castigan al país con la violencia, el hambre y la corrupción; a quienes roban los recursos que deberían servir para construir futuro. Que, finalmente, se tomen decisiones firmes en materia de salud, para que la población tenga acceso oportuno y digno a la atención médica que necesita.
Que el Ejecutivo, las prefecturas y los municipios trabajen de manera conjunta para contar con carreteras en buen estado, capaces de impulsar la producción, el comercio y el empleo. Que cese la persecución a las empresas que apuestan por el país y generan trabajo, y que las instituciones se concentren en lo esencial: construir patria, no obstaculizarla.
Lo que el Ecuador quiere no es un milagro navideño pasajero. Quiere trabajo, seguridad y autoridades que trabajen junto a su gente, todos los días del año. Solo así la paz dejará de ser un deseo y se convertirá en una realidad compartida.