Sobreviviremos

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'La vida de ciudad portuaria es diferente a la de otras ciudades o regiones; la pluriculturalidad de sus emigrantes hace que no se adapten a otras normas o costumbres'.

La ciudad de Santiago de Guayaquil, como la denominaron los colonizadores en su fundación al pie del cerrito Verde o cerro de Culata, actual cerro Santa Ana, ha sido víctima de múltiples tragedias: ataques piratas, incendios, pestes, etc., que los guayaquileños supieron afrontar con valentía, sacrificio, tesón y sobre todo con mucho valor y dignidad.

Siendo una ciudad próspera y pujante, fue blanco del ataque de los piratas ingleses, holandeses, franceses y otros, que saqueaban los puertos. Así, Guayaquil vivió una “época de miedo”, como la que causó el atraco del pirata holandés Jacques L´Hermite en 1624. Le sucederían Thomas Cavendish, Eduardo David, William Dampier, Woodes Rogers, entre otros.

Los guayaquileños recuperados de la tragedia organizaron su defensa y así se construyeron, entre otros, el fortín de La Planchada, cuyos cañones enfilados al río grande ahuyentaban a los piratas hasta alejarlos de nuestro puerto.

Los incendios fueron amenaza constante de Guayaquil. Muchos se sucedieron en su historia, entre ellos, el Fuego Grande, el 10 de noviembre de 1764, que destruyó casi en su totalidad la parte central de la ciudad, unas 150 casas aproximadamente. El Incendio Grande, producido entre el 5 al 8 de octubre de 1896, se inició en las inmediaciones de la Gobernación y destruyó más de la mitad de la ciudad. El incendio de El Carmen, el 16 de julio de 1902, que arrasó con 26 manzanas, dejando sin techo a más de quince mil personas.

Guayaquil, con ese espíritu indómito, rebelde y pujante, se levantó cual ave Fénix de sus cenizas y volvió a florecer de la mano laboriosa y mentalidad visionaria y progresista de sus hijos.

Las pestes y epidemias han sido constantes azotes contra la población de Guayaquil, ciudad tropical que por su ubicación geográfica, por su clima y la condición de puerto abierto al mundo, ha sido propensa a estos males. La vida de ciudad portuaria es diferente a la de otras ciudades o regiones; la pluriculturalidad de sus emigrantes hace que no se adapten a otras normas o costumbres.

Continuará…