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2022, año del encuentro

Avatar del Roberto Passailaigue

El gobierno de Guillermo Lasso, que asumió funciones desde el 24 de mayo, se autodenominó el Gobierno del encuentro, pretendiendo mantener una política de puertas abiertas para distintos sectores, con la consigna de buscar el bienestar de la población, luego de romperse la Alianza Unión por la Esperanza.

Tras 7 meses de gobierno, parece que ahora sí podría gobernar, una vez que le ha tomado el pulso a la real situación que atraviesa el Ecuador, comprobando que una cosa es ser candidato y otra ser gobernante; y que por más que en sus discursos decía que conocía lo que nuestro país necesitaba para salir de su estado de postración y que sabía cómo hacerlo, ya de presidente se ha topado con la barrera infranqueable de la burocracia, administración pública tomada por el correísmo, cuotas y egoísmo políticos, intereses de clase, etnocentrismo y cosmovisión mariateguista, socialismo del siglo XII, micro y narcotráfico, delincuencia común y organizada, etc., etc. Hay que sumarle la emergencia económica y la maraña legal que le ha impedido actuar con la ejecutividad e inmediatez a que ha estado acostumbrado en la empresa privada.

Con este escenario y en una aparente orfandad de operadores políticos y de cuadros administrativos, ha tenido resultados a su favor con dos temas de mucha importancia. El uno es el proceso de vacunación que ha sido un éxito reconocido por propios y extraños, y el segundo es la vigencia de la Ley Orgánica para el Desarrollo Económico y Sostenibilidad Fiscal, la cual si bien ha sido muy criticada, ya entró en vigencia por el ministerio de la ley.

Esperemos que el próximo 2022 sea realmente el año del encuentro, en que todos los sectores políticos y organizaciones académicas, clasistas, laborales, sociales, étnicas y de cualquier otra índole, establezcan una vía de diálogo abierto y frontal, sin engaños ni bravuconadas o presiones de subversión, boicot o paros, dejando de lado pretensiones no acordes con las reales necesidades del país, y que piensen en razón de patria y no de intereses personales, de grupos o de ideologías fracasadas.