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Poner la democracia por delante

Avatar del Roberto Aguilar

¿En realidad no tienen las feministas por quién votar? ¿O nomás hace falta una perspectiva más liberal en este asunto? 

Debate sobre el voto feminista: básicamente, no hay por quién. Lo dicen en las redes.

Él, Daniel Noboa, tiene una oscura historia de maltrato denunciada por su primera esposa; con respecto a la segunda, la respuesta que alcanzó a pergeñar cuando le preguntaron qué papel desempeñaría ella en un eventual gobierno suyo (“seguirá siendo la reina de la casa”, dijo) tampoco lo ayudó precisamente a proyectar esa imagen de masculinidad deconstruida que se espera en estos tiempos. Fue, hay que decirlo, una babosada. Para más inri, su compañera de fórmula, Verónica Abad, es una libertaria que no cree, entre otras cosas, en la existencia de la brecha salarial entre hombres y mujeres. Y la brecha salarial es un artículo de fe. Tanto, que una influencer correísta que se autodefine como “feminista bisexual ecuatoriana y cholandesa” cree no necesitar de argumento alguno para defenderlo: le basta con filmarse a sí misma poniendo cara de desprecio infinito mientras escucha a Verónica Abad hablando sobre el tema. Ella prefiere entrevistar a Orlando Pérez, un servidor público que maltrata mujeres y luego sale a decir que es un asunto privado. Así que eso: dinamitar a la novia, pase; cuestionar la brecha salarial, un horror. No votaría ni amarrada por Noboa nuestra cholandesa.

¿Y por Luisa González? ¿Se puede ser feminista y votar por Luisa? Mujer y todo, no van mejor las cosas con ella. Para empezar, en la Asamblea se opuso al aborto en casos de embarazo por violación. Se proclama progresista pero basta con rascar un poquito en su superficie para descubrir un ser más curuchupa que Guillermo Lasso. Es, además, la encarnación perfecta de aquella categoría de mujeres que Marcela Aguiñaga definió, hablando de sí misma, como “sumisas una y mil veces”. ¿Sumisas ante quién? Ante el macho alfa de la manada, claro, o mejor dicho, del rebaño. Sumisa y curuchupa: más lejana al feminismo, imposible.

“Las feministas no tenemos por quién votar. Punto”, zanjó la exvicealcaldesa de Quito Daniela Chacón. Así, el voto nulo planea sobre el horizonte como la alternativa más sensata.

Pero, ¿es así? ¿O simplemente hace falta una perspectiva más liberal en este asunto? ¿En realidad las feministas no tienen por quién votar? ¿Qué tal si votan por la opción más democrática? Después de todo, si algo nos enseña la historia es que la democracia liberal es el sistema que más ha hecho por combatir la desigualdad entre los sexos y donde mayores oportunidades de prosperar tienen no solo las agendas feministas: las de todas las minorías. Véase el mapa político del mundo: los países donde las mujeres gozan de un mayor estatus de igualdad son las democracias liberales plenas. ¿No será, pues, cuestión de defender la democracia como paso indispensable para avanzar en la agenda feminista? ¿O acaso un autócrata ofrece mayores posibilidades? Quizá, luego de comprobar la triste realidad de vernos abocados a una segunda vuelta electoral entre dos candidatos refractarios al feminismo, antiderechos o como quiera llamárselos, la pregunta que corresponde plantearse es: ¿cuál de ellos ofrece mayores garantías de respetar la alternancia en el mando? ¿Cuál de ellos puede ser más respetuoso con la independencia de poderes, menos inclinado a la manipulación de la justicia, más tolerante con el pensamiento ajeno? ¿Son ambos candidatos iguales en estos aspectos? Si no lo son, ¿no es obvio que el feminismo sí tiene por quién votar? Salvo que se trate, claro, de un feminismo enemigo de la democracia. De esos que prefieren sentarse con Orlando Pérez que debatir con Verónica Abad. Pero ese feminismo, en fin, que diga lo que quiera.