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Liberalismo ‘made in’ Twitter

"Son supuestos liberales que no se han dado cuenta de que Correa, Chávez, Maduro, se parecen más, pero mucho más a Trump que a Biden"

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"Son supuestos liberales que no se han dado cuenta de que Correa, Chávez, Maduro, se parecen más, pero mucho más a Trump que a Biden"expreso

¿Quién nos librará de los Bolsonaro que se preparan para el asalto del poder? Con los Correa, los Chávez, los Maduro, la cosa está resuelta, al menos en este país. Después de soportarlos por diez años, hay un consenso que va desde la centroizquierda a la derecha para unir fuerzas y hacer los sacrificios necesarios con tal de no repetir la experiencia. Pero ¿y si el populista de turno es de derecha? ¿Qué tan liberales resultarán ser nuestros liberales en ese caso?

Salimos de diez años de pesadilla correísta pensando que habíamos aprendido lo suficiente para no volver a confiar en caudillos prepotentes de dudosa moralidad pública; en proyectos personalistas que terminan atropellando las instituciones y los derechos humanos; en fabricantes de mentiras que enrarecen el debate público, polarizan la sociedad y declaran el estado de guerra permanente. Tuvieron que pasar las elecciones en Estados Unidos para darnos cuenta de que ese tipo de personajes autoritarios y populistas pueden resultar muy bienvenidos según por quién y de qué lado del espectro político se encuentren.

Influencers, editorialistas y líderes de opinión; asambleístas ultramontanos de pocas luces y no precisamente muy intensas; libertarios de Twitter cuya pretendida superioridad intelectual es solo comparable con la pretendida superioridad moral de los socialistas… Todos ellos conforman el bullicioso frente del trumpismo criollo. Su liberalismo, inclaudicable cuando se trata de impuestos o subsidios, no se resiente cuando las instituciones democráticas se ven amenazadas, siempre y cuando la amenaza provenga de la derecha. Es un liberalismo que convive con los aspavientos de una asesora espiritual que parece directamente extraída de las huestes de un dictador africano de los años setentas para insertarse en un contexto insólito. Un liberalismo que aprueba el discurso anticientífico de un presidente que niega la pandemia. Un liberalismo que no se inmuta cuando 500 y más niños son separados de sus padres y se dan por desaparecidos. Que no se incomoda por el racismo. Un liberalismo al que, de pronto, le gusta que se construyan muros entre los países. Un liberalismo que participa con fe y alegría en el descrédito del periodismo independiente. Un liberalismo que, sin un solo argumento racional y verificable, aplaude una campaña contra el proceso electoral con el único y confesado propósito de permanecer en el poder. Un liberalismo, en fin, incapaz de darse cuenta de que Correa, Chávez y Maduro se parecen más, pero mucho más a Trump que a Biden. Un liberalismo profundamente estúpido.

La verdad es que estas personas no tienen un pelo de liberales. Steven Pinker, un autor que idolatran, reconoció hace dos años, con ocasión del lanzamiento de su libro en defensa de la Ilustración, que la derecha había crecido en Estados Unidos y en el mundo por un efecto de simple reacción ante los excesos del progresismo radical de las izquierdas incendiarias, destructoras de monumentos, intolerantes con las disidencias e impulsoras del pensamiento único. Reacción más que explicable: justa y necesaria. Pero insuficiente. E igual de peligrosa cuando a la reacción no la acompaña la reflexión. Se corre el riesgo de ver cucos en todos lados. Son supuestos liberales que no se han dado cuenta de que Correa, Chávez, Maduro, se parecen más, pero mucho más a Trump que a Biden’.