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Aquí tienen sus infiltrados

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Quedó demostrado en tribunales que los guevaristas ecuatorianos reciben entrenamiento paramilitar en campamentos de narcotraficantes 

Ya es costumbre: cuando de violencia política se trata, el país entero (y la izquierda en particular) mira para otro lado. Pero esta vez tres militantes del movimiento guevarista han sido sentenciados a 16, 13 y 5 años de prisión por un crimen horrendo: tráfico de personas. ¿Seguiremos hablando de infiltrados después de lo que se reveló con este caso?

Quedó demostrado en tribunales que el Movimiento Guevarista Tierra y Libertad, del Ecuador, mantiene vínculos operativos con el grupo armado colombiano Segunda Marquetalia, una facción de disidentes de las FARC liderada por el famoso comandante Luciano Marín Andrango, alias Iván Márquez. Durante los diálogos de paz que tuvieron lugar entre 2012 y 2016, Iván Márquez fue jefe negociador de la guerrilla. Una primera etapa de los diálogos condujo al reconocimiento del derecho de los exguerrilleros a participar en la política, gracias a lo cual Iván Márquez se convirtió en senador de la república. Una etapa posterior abordó el espinoso asunto de la participación de las FARC en el negocio del narcotráfico, ante lo cual Iván Márquez abandonó su cargo y volvió a la lucha armada. En otras palabras: prefirió el narcotráfico al Senado, que paga bien pero no tanto. Y a eso, al narcotráfico, se dedica la tal Segunda Marquetalia, los amigos de nuestros guevaristas.

Quedó demostrado en tribunales que los guevaristas ecuatorianos envían a sus bases a formarse en los campamentos que la Segunda Marquetalia opera en la frontera entre Colombia y la narcorrepúblia de Venezuela. Ahí reciben, a más del consabido adoctrinamiento marxista leninista, entrenamiento en guerrilla urbana, defensa personal y disciplina paramilitar. Ha quedado resuelto, al menos en parte, uno de los enigmas más famosos del Ecuador contemporáneo: la identidad de los “infiltrados” de Leonidas Iza. No es una casualidad que uno de los sentenciados, Carlos Carguachi, sea dirigente indígena y exvicepresidente de la Ecuarunari.

Quedó demostrado en tribunales que, con la participación activa de Carguachi, hoy condenado a 13 años de prisión, los guevaristas ejercían su labor de reclutamiento en las zonas rurales de Cotopaxi, Chimborazo y la Amazonía. No era, ciertamente, un reclutamiento forzoso, como el que sí practican sus amigos narcos de Colombia, pero era un reclutamiento quién sabe si peor: engañoso. Quedó demostrado en tribunales que los guevaristas buscaban a los más pobres de entre los pobres, personas humildísimas sin la educación suficiente para interpretar la retórica con que los embelesaban, y les pintaban becas de estudios en universidades de Argentina, oportunidades de superación económica y crecimiento personal. Una vez captados con mentiras los mandaban a Medellín, desde donde los conducían a los campamentos de la Segunda Marquetalia para ser formados como guerrilleros.

Quedó demostrado en tribunales que los militantes del Movimiento Guevarista Tierra y Libertad son unos despreciables canallas. Sin embargo, no les faltan defensores, incluyendo la supuesta organización de derechos humanos que lleva por lo menos tres años auspiciando la violencia política en el Ecuador (INREDH) y una serie de intelectuales orgánicos y académicos izquierdistas de clase media a quienes ha sorprendido hasta lo indecible el ver a los paupérrimos indígenas que fueron víctimas de este crimen de trata de personas alzarse contra sus agresores y denunciarlos. Simplemente, no pueden creer que sean capaces de pensar y actuar por cuenta propia. Y mientras unos pocos defienden a estos criminales que cayeron en prisión, el resto de la izquierda guarda cómplice silencio. Probablemente ya estén pensando en amnistiarlos, para variar.