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Roberto Aguilar | Ineval: el presidente reprueba

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¿Aprobaría el presidente Daniel Noboa las pruebas Ineval, ahora que tanto se habla de ellas por sus desastrosos resultados? 

“Originalmente -balbucea el presidente Daniel Noboa en CNN y vale la pena citarlo en extenso-, se iba a dar chatarra el cual los Estados Unidos legalmente la podía obtener y, después de eso, basado, sin violar ningún acuerdo internacional, se lo iba a redistribuir. Para nuestra misma sorpresa, los Estados Unidos comunica públicamente de que eso va a ser llevado para un conflicto armado en Ucrania, lo cual nosotros no queremos ser parte, el cual nosotros no queremos triangular tampoco armamento y el cual no queremos andar violando tampoco ningún tratado internacional. Entonces, ¿qué dijimos en ese momento? Ya si es que públicamente esa es la idea, nosotros no podemos seguir adelante con eso”. Hasta aquí las confusas palabras del presidente. ¿Qué dijo? Lo que ya se sabía: que hubo un acuerdo y se echó para atrás. Pero, ¿por qué? ¡Ah! Eso no lo sabe explicar: le faltan recursos verbales.

Qué curioso: el presidente administra escrupulosamente todos los aspectos de su presencia física con el fin de tener control sobre el mínimo detalle significativo. Nada deja al azar Daniel Noboa: comunica con las manos, con los gestos, con el atuendo... Para esta entrevista eligió una chaqueta de cuero negro, corta, ajustada a la cintura, cerrada al cuello, con el castrense aplique bordado con su nombre y el emblema de la Fuerza Aérea sobre el pecho, imagen del hombre de acción que conduce un conflicto armado interno. Con las palmas de las manos separadas y los dedos estirados, junta las yemas para componer ese famoso gesto de seguridad y confianza en uno mismo que recomiendan los especialistas en la seudociencia del ‘neuromanagement’ y que él probablemente encontró en la revista Hola u otra por el estilo, frunce el ceño y tensa los labios en ademán de esfuerzo mental. Luego uno lo oye hablar y el tal esfuerzo mental se va por un caño. Era puro bluf.

¿Aprobaría el presidente de la República las pruebas Ineval (ahora que tanto se habla de ellas por sus desastrosos resultados) en materia de lenguaje? Desde luego que no: reprobaría con ganas. Esto no tiene nada que ver con la simpleza de hablar ‘correctamente’ en el sentido de ‘socialmente aceptable’. Estamos hablando de la incapacidad de manejar estructuras complejas como oraciones subordinadas. Cuando el pronombre relativo (“el cual”) se convierte en el único conector del que dispone un hablante para facilitar la transición entre dos ideas, corresponda o no a la relación lógica entre ellas, queda claro que esa persona no entiende lo que está diciendo. O no lo tiene claro. Porque el lenguaje no es el envoltorio del pensamiento: el lenguaje ES el pensamiento; quien habla a martillazos, piensa a martillazos.

Volviendo a las palabras del presidente, lo que nos queda claro de su deplorable fárrago (porque el lenguaje se venga de quienes lo mutilan, como decía George Steiner, de modo que hay algo que siempre queda claro) es que todo estaba bien con la entrega de chatarra rusa para Ucrania hasta que Estados Unidos lo hizo público (dos veces pronuncia Noboa la palabra “públicamente” y carga sobre ella todo el sentido de sus frases). En suma: Ecuador entregaba chatarra rusa para Ucrania pero, una vez que la operación se hizo pública, entraron en juego otras consideraciones: ¿los conflictos de interés del bananero Noboa? ¿Su incapacidad de tomar una postura frente a la guerra de Ucrania? ¿Su tibieza? Él es incapaz de explicarlo. Diseñado para eludir los requisitos del significado o deslizarse entre ellos sobre la tabla de surf del pronombre relativo, el nuevo analfabetismo que encarna el presidente de la República marca el punto más precario de la moral y de la política que hayamos conocido desde el retorno a la democracia.