Columnas

Ricardo Arques: Yasuní: hay Dios pero no el Estado

...hay asuntos que por su complejidad y trascendencia son de Estado y no de democracia directa.

Mientras analistas y contables estarán haciendo cálculos sobre la percusión real de abandonar el ITT en las arcas nacionales, sobre el terreno seguirán sacando cuentas sobre cómo mismo serán sus vidas siempre en abandono. Desde fuera resulta frívolo tomar posición firme en asuntos como el del Yasuní. En lo personal podría irme a las dos bandas: a la consagración máxima de una naturaleza intocable y a la aspiración de explotarla racionalmente como trampolín de progreso. Pero lo que yo piense nada importa; sí el sentido común de la cuestión: ¿hay que destruir la riqueza natural del Yasuní a cambio de barriles de petróleo? Rotundamente no. ¿Los países desarrollados serían desarrollados si no hubiesen explotado sus recursos naturales? Rotundamente no. ¿Hay caminos alternativos para conjugar la explotación y conservación de la naturaleza a un mismo tiempo? Rotundamente sí. Preguntas y respuestas sencillas marcan caminos más lúcidos que el emprendido para el Yasuní. Lo primero: no se trataría de centrar el dilema solo en la vida o muerte del petróleo allí, sino en explorar el abanico completo de oportunidades que mejoren la vida de sus habitantes. Lo segundo: hay asuntos que por su complejidad y trascendencia son de Estado y no de democracia directa. El día que el Reino Unido abandonó Europa por el Brexit el expresidente español Felipe González recordaba esta conversación con su homóloga inglesa de entonces, Margaret Thatcher: “Nadie más antieuropeísta que los británicos y yo misma, pero jamás haré un referéndum para resolver nuestra pertenencia”.

Hace muy poco recorrí el Yasuní, quichua y huaorani, atraído por su reclamo turístico, alternativa solvente para cambiar gente por petróleo. Puedo condensar la experiencia en tres frases: 'Un territorio de belleza imbatible'. 'Voluntad total de las comunidades'. 'Cero recursos para plasmar esa voluntad'. En la tierra de Dios no existe la mano del Estado, ese es el real problema. Argüir a desarrollos sostenibles sin plata, sin planes concretos de acción es dibujar castillos en el aire. Así se siente por las tierras del majestuoso Napo, el Doroboro para sus nativos. Hay que atender muy bien todo por allí porque se viene otro riesgo de cuidado: mientras los mayores se aferran a sus tradiciones, la juventud vive abducida por los celulares, la moda y el TikTok. Dejar morir la cultura no es solo un daño que parte el corazón, es también irreversible.