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Ricardo Arques: Anhelo por el Código de Circulación

Aquello que no se entiende se rehúye, y no está el país para dejaciones de la soberanía popular que permitan incompetencia en las funciones del Estado

Con frecuencia me hago esta pregunta: si tengo licenciatura universitaria, me he desempeñado con solvencia en mi profesión y tengo habilidades normales de comprensión para los asuntos de la vida, ¿por qué no siempre entiendo el desenvolvimiento de la política nacional? Hasta ahora solo he encontrado dos posibles respuestas. Una: por ineptitud de quienes la protagonizan, inescrupulosos que actúan como les viene en gana para salir del paso y justificar el sueldo. Dos: por mala fe de sus actores, avivatos que agazapados en la institucionalidad del sistema fomentan aposta la confusión y el desconcierto. Me pregunto a la vez si el grueso de la masa social tiene iguales dificultades para comprender qué hay detrás de la política que le gobierna, porque si ocurre lo mismo las consecuencias son muy graves. Aquello que no se entiende se rehúye, y no está el país para dejaciones de la soberanía popular que permitan incompetencia en las funciones del Estado que necesitan mayor competencia. Esta última semana he andado muy perdido por falta de discernimiento: ¿tenía o no facultades la Asamblea para decidir sobre medidas impositivas que financien la guerra interna contra el narco? ¿Cuál es el papel definitivo de las Fuerzas Armadas en esta guerra, controlar el tráfico de armas fuera de las cárceles o en operativos internos? ¿No estaban entrando ya Ejército y Policía a las prisiones facultados por el Plan Fénix? ¿Es un asunto irresoluble la renovación de la Corte Nacional de Justicia, pilar básico del Estado? Por lo que arroja el debate parece que las dificultades, para mí de entender y para el país de resolver, vienen de los enredos que provocan las propias leyes. Se contradicen entre ellas mismas, permiten el abanico más amplio de interpretaciones, no respetan sus jerarquías de prevalencia de rango y, siempre que conviene, traicionan su espíritu con los reglamentos. Las leguleyadas dan alto rendimiento a quienes desde la política aplican la táctica del ‘río revuelto, ganancia de pescadores’. Cuando se habla de adelgazar el Estado debería de hablarse también de adelgazar su cuerpo legal. En Ecuador hace falta poco bulto y mucha claridad para encontrar los caminos de salida. Ojalá diéramos con un orden legal tan sencillo y eficiente como el Código de la Circulación: con el verde se avanza, con el rojo se para y la geometría de las señales indica su primera interpretación. Con eso basta. Es tan eficiente por su simpleza y nitidez que funciona en todo el mundo. Vale la pena su inspiración.