Intríngulis político: 2020

Entonces, ¿este intríngulis palaciego a quién beneficia? Momentáneamente a Ruptura 25. ¿Tratará de labrar quizá su propia operación electoral?

El tablero electoral, ya de por sí incierto antes del COVID-19, se ha enrarecido aún más.

La pandemia ha sido como un tsunami que ha descoyuntado la ya frágil institucionalidad del país y ha evidenciado las intrigas palaciegas y los apetitos desbordados de cierta clase política que no cesa en la pretensión de asirse del poder a toda costa y que proyecta sus complots como un juego perverso para forjar realidades efímeras.

La cercanía electoral y el impacto devastador de la calamidad sanitaria ha enfebrecido a los actores principales del actual régimen, cuya actuación ha ido a contracorriente del sano juicio; primero, reviviendo el más execrable de nuestros males: el regionalismo. Los dardos se enfilaron hacia la alcaldesa de Guayaquil; segundo, los operadores de la izquierda morenista destronaron al vicepresidente, por motivos que podemos intuir más no comprobar, del liderazgo que empezaba a exhibir en el enfrentamiento de la pandemia; tercero, faltos de imaginación en las soluciones económicas, optaron por lo fácil: exacciones tributarias. Y en todo este entablado, el presidente Moreno ausente…

En las faltriqueras del teatro, los correístas… listos para alimentar el caos y pescar a río revuelto, teniendo en cuenta que mientras más alarguen la resolución de los juicios más las condiciones les serán favorables.

Si alguien pensaba que Otto Sonnenholzner era la carta del morenismo para las presidenciales, la fracción, Ruptura 25, se encargó de descabezarlo; su crecimiento dejaba sin piso las pretensiones políticas de esta izquierda heredera del correísmo. Sin embargo, no todo está dicho en este juego de alfiles gobiernista; la grosera operación podrá tener otro desenlace dependiendo de lo que haga o deje de hacer el joven vicepresidente.

En la atmósfera externa al oficialismo las potenciales candidaturas de Jaime Nebot y Guillermo Lasso pasan por una movilidad condicionada a las urgencias sanitarias. El exalcalde encontró plataforma y discurso liderando la iniciativa privada y por ahora guayaquileña para enfrentar la pandemia. No olvidemos que su modelo de actuación, basado en la coordinación y colaboración, puede tener repercusión nacional, lo que lo situaría con una retórica potente que combina la administración eficiente de lo público y la conjunción de la filantropía privada. La emergencia del COVID-19 le ha otorgado una vocería que, sin duda, lo pone en el escenario con un lenguaje ya no de alcalde sino de actor social preponderante.

Por otra parte, Guillermo Lasso parece enfrentado a un camino solitario, moviéndose con iniciativa propia sin mayor anclaje con otros actores y confiando en un capital político básico, bastante disminuido después de las anteriores presidenciales, pero que podría recomponerse en caso de que la opción de Otto Sonnenholzner, que algunos avizoraban como candidato presidencial, no se dé. Porque aquí hay que decir que este último es el factor de resta de los dos primeros, aunque quizá con mayor preponderancia para Guillermo Lasso.

Entonces, ¿este intríngulis palaciego a quién beneficia? Momentáneamente a Ruptura 25. ¿Tratará de labrar quizá su propia operación electoral?