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Guerra civil...

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Si los vociferantes de guerras civiles lo supieran, no llamarían a semejante hecatombe

… gritaban desaforados partidarios del expresidente Castillo, protestando por su caída. También lo ha hecho en nuestro país y en otras naciones, gente que ignora las consecuencias terribles que tienen esas conflagraciones.

Las guerras civiles, por la animosidad entre los bandos enfrentados, suelen ser más mortíferas que las guerras internacionales. Así, la Guerra de 1941 nos dejó poco más de 1.000 bajas, mientras que la Guerra de los 4 Días superó ese número, que algunos elevan a más de 2.000 muertos, en ese cortísimo tiempo y solo en Quito.

En la guerra civil de 1891 murieron cuatro veces más chilenos que en los cuatro años de la Guerra del Pacífico, que enfrentó a esa nación contra Perú y Bolivia. Solo las guerras de la Triple Alianza y del Chaco pueden estimarse equivalentes a las terribles guerras civiles americanas: la primera casi acaba con la población masculina paraguaya, la que deja centenares de miles de muertos brasileños y decenas de argentinos y uruguayos. Pero, cuando hablamos de la Revolución Mexicana, los muertos se cuentan por millones (entre 1 y 3). Las guerras civiles en El Salvador, Guatemala y Nicaragua son testigos de lo dicho: ninguna guerra internacional les ha causado el daño que esas contiendas, así como la afectación a la población civil desarmada, a la que se le dio el cruel trato de beligerantes, incluyendo mujeres, niños y ancianos. Otro tanto puede decir Colombia.

Solo guerras internacionales motivadas por cuestiones ideológicas o raciales pueden asemejarse. Nótese la diferencia entre la Francia ocupada por Alemania entre 1940 y 1944, de lo que ocurrió con el enfrentamiento nazi-soviético, convertido en una guerra de exterminio que, luego, es emulada salvajemente en la guerra yugoslava y las masacres de Ruanda de fines de siglo pasado. Hoy, Rusia quiere reproducir en Ucrania su brutal comportamiento en la atroz guerra civil siria, empujada por su fracasada guerra relámpago, convertida en guerra de desgaste, por la valiente defensa ucraniana y, para variar, sin importarle sus propias bajas.

Si los vociferantes de guerras civiles lo supieran, no llamarían a semejante hecatombe.