Rafael Oyarte | El dibujante

El problema está en un sistema electoral que carece de partidos políticos de verdad
Se armó el gran debate en torno al joven asambleísta que en sesión de la comisión que trataba el caso Progen, garabateaba en un papelito. Mientras unos lo justifican con variopintos argumentos como que ellos también hacían dibujitos en la universidad cuando el profesor era aburrido o que lo hacían para poner atención, otros le dan palo por irresponsable y apoyan el pedido de sanción que hace una asambleísta del propio movimiento del dibujante, sin que falte el que recuerde a una legisladora que hacía compras en línea en medio de un pleno parlamentario, sin que se la haya reprobado reglamentariamente. Al final, como cada individuo se cree la medida de todas las cosas, para evitar esas subjetividades, existe la ley, pues una infracción es la conducta que la norma establece como tal y no lo que a cada uno se le puede ocurrir. Porque lo del dibujito no es distinto a estar tonteando en el teléfono, viendo redes sociales o haciendo cualquier cosa menos atender al debate (de leyes que ni han leído).
Al final, el problema no está ahí. Unos dicen que es la edad para acceder a la legislatura, indicando que los 18 años que rigen desde 2008 son muy pocos para tan importante cargo, como que los 25 que establecía la Constitución de 1998 fueran tantos y que, en todo caso, nuestra Corte Constitucional ha impedido retornar porque eso es “restrictivo de derechos” (porque cualquier cosa que te gusta es un derecho). Claro, con 25 años es más probable que haya concluido una carrera universitaria, pero, acaso eso es garantía de algo en un país (y en un mundo) donde en la actualidad los títulos se entregan con una liviandad que ya no pasma a nadie. Convénzase, conciudadano, hay gente que colecciona cartones, con maestrías y pehachedés incluidos, que algunos centros entregan, en el mejor de los casos, por hacer acto de presencia (y eso, cuando aquello se exige realmente). Viejos con títulos también sobran, expertos en TikTok, pero que no conocen ni lo elemental de las reglas congresales.
El problema está en un sistema electoral que carece de partidos políticos de verdad, con ideología y que sirvan para canalizar la representación democrática. Estamos llenos de movimientos con nombre de yogur que están obligados a llenar listados con cuotas de género y de jóvenes (de los que ahora nos quejamos), con candidatos que hay que sacar de debajo de cualquier piedra.