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Rafael Oyarte | El balotaje

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La Constitución de 1998 alteró el sistema: se gana la presidencia con mayoría absoluta

Falta menos de un año para la próxima elección presidencial. Hasta la Constitución de 1967 ganaba la elección quien obtenía más votos, sin importar el porcentaje o distancia entre candidatos. Pocas naciones, como México y Paraguay, mantienen ese sistema desde que en Francia con la Constitución de 1958 se estableció el ‘ballotage’, que exige que el triunfo lo logra quien obtiene mayoría absoluta, esto es, con la mitad más uno de los votos, la que de no lograrse exige una segunda votación que se concentra entre las dos primeras mayorías relativas. Ese es el sistema que adoptamos en la Constitución de 1978-79. El sistema funcionó sin novedades durante 20 años: de las seis elecciones, todas se decidieron en segunda vuelta, en cuatro de las cuales se confirmó el triunfo de quien lideró la primera votación: Roldós en 1979, Borja en 1988, Sixto en 1992 y Mahuad en 1998, y con dos ‘volteos’, Febres-Cordero a Borja en 1984 y Bucaram a Nebot en 1996, pero las diferencias en el primer turno fueron menores a 1% entre los dos candidatos.

La Constitución de 1998 alteró el sistema: se gana la presidencia con mayoría absoluta, pero el balotaje no es necesario si la primera mayoría relativa ha logrado 40 % de los votos válidos y, además, una diferencia de 10 puntos porcentuales sobre el segundo; dándose dos elecciones: Lucio Gutiérrez obtiene la presidencia confirmando su triunfo del primer turno en 2002 y en 2006 Correa le ‘voltea’ a Álvaro Noboa la diferencia de casi 4 % de la primera votación. Ese sistema se mantiene en la Constitución de 2008, donde la cosa cambia: Correa gana en primera vuelta en 2009 y 2018 con 52 % y 57 %. Desde 2017 en primera vuelta rozan el 40 % Lenín Moreno, que se confirma en el balotaje, pero en 2021 y 2023 los candidatos correístas que quedaron lejos de ese 40 % (Arauz con 32 % y González con 33 %), pierden la ventaja de 13 y 10 puntos, siendo ‘volteados’ por Lasso y Noboa en el balotaje.

¿Es conveniente un sistema en que quien logra 40 % en el primer turno y aprovechando la tradicional dispersión de candidatos, obtenga esos 10 puntos de diferencia sobre el segundo, impidiendo que las demás tendencias se unan en un balotaje? En ello hay que tener presente que el balotaje es, en mucho, una ‘elección negativa’, pues los ciudadanos que en la primera vuelta votaron por otros, en la segunda se ven constreñidos, en muchos casos, a votar por el que les parece ‘menos malo’, imperando el ‘voto rechazo’.