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Priscilla Falconi Avellán | Hay que recuperar el futuro

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Si bien la seguridad en lo estructural es responsabilidad del Estado, no podemos ser espectadores resignados

En esta Nochebuena me es inevitable pensar en el país que nos espera en 2026. El 2025 estuvo marcado por la crisis de seguridad, simbolizada en un dato que duele: cinco futbolistas ecuatorianos asesinados este año, jóvenes en plena carrera. El fútbol -esa promesa de movilidad social, disciplina y oportunidad para miles de niños- atravesado por la violencia, como si ya nada fuera sagrado.

Cuando la violencia toca incluso aquello que une y encarna futuro, la crisis deja de ser numérica y se vuelve existencial.

Me hubiera gustado escribir sobre algo más esperanzador, pero la realidad me exige esta mirada. Para julio, las muertes violentas estaban 40 % por encima del año anterior. Ya tenemos la tasa de homicidios más alta de Sudamérica. Y la violencia no solo quiebra familias, también sangra al país. Cuesta cerca de US$ 1.500 por habitante al año -casi el 10 % del PIB-; y, según el FMI, cada aumento de 1 % en homicidios reduce hasta 0,5 % la actividad económica. El turismo ha perdido casi la mitad de sus ingresos por miedo. La violencia ya no se mide solo en muertos, sino en barrios vacíos, niños que abandonan la escuela y familias desplazadas.

Donde avanza la violencia, la economía se frena; se produce e invierte menos. La inseguridad es un impuesto oculto que espanta el capital, encarece la vida y agrava la pobreza.

Si bien la seguridad en lo estructural es responsabilidad del Estado, no podemos ser espectadores resignados. Necesitamos un Estado capaz, que recupere cárceles, puertos y fronteras; que profesionalice a la Policía; que invierta en la juventud antes de que lo hagan las bandas; y que fortalezca de verdad la justicia.

Pero también requerimos una sociedad que deje de alimentar el ecosistema donde el crimen prospera. Está en nosotros no normalizar la corrupción cotidiana, no justificar el dinero fácil, reconstruir comunidad, guiar a los jóvenes y votar con información. No es heroísmo, es coherencia.

Si queremos un país más seguro en 2026, el cambio empieza por lo que cada uno decide tolerar, permitir o promover. Ecuador merece más que sobrevivir, merece sentido de futuro.