Columnas

¿La voz de Dios?

Sobre lo cual no hay discusión, es que tener legisladores cuya única condición sea haber cumplido dieciocho años...

Se dice de forma reiterada que ‘la voz del pueblo es la voz de Dios’; aquello en el contexto de que consultar al pueblo, solicitar su opinión directa en las cosas que lo afectan o pedirle marcar con su voto su destino, es lo apropiado. Se afirma que la civilización ha terminado en este punto por decidir que la democracia en lo político, y lo liberal en lo económico, es el modelo que mayor bienestar y prosperidad ha generado. ¿Es así? De lo que estoy seguro es que contrariar esa afirmación no es políticamente correcto.

No todo el mundo piensa que todos deberían tener el mismo derecho a acceder al poder. Jason Brennan, un muy respetado profesor de Ética, Estrategia y Políticas Públicas, publicó un libro que se titula Contra la democracia, el cual reseña de manera sustentada que la democracia valora solo los resultados de corto plazo, que presumir que el votante está regularmente bien informado es absolutamente falso, y que generalmente las personas votan por candidatos que están alineados y actúan en contra de sus intereses. Parecería que el señor Brennan ha crecido en nuestro país, pues no es difícil observar que los electores apenas unos días después de la posesión de los integrantes de la honorable Asamblea Nacional, se quejan de ellos como si fueran sus peores enemigos. ¿Quizá lo sean? Quién sabe.

Brennan a lo largo del libro sustenta que la solución del tema pasa por un modelo que se llama la ‘epistocracia’, que implica entregar el poder a los que saben; lo que en sus palabras significa que un grupo reducido de personas con experiencia y sabiduría sean los depositarios del poder. Para nuestra sorpresa, justamente quienes mejor están preparados generalmente son quienes eluden el poder político, por lo menos así pasa acá. Sobre lo cual no hay discusión, es que tener legisladores cuya única condición sea haber cumplido dieciocho años nos seguirá condenando a elegir personas que aleguen no entender el español con el que incitan a robar, que les echen la culpa a sus asesores de apropiárseles para trafasías el celular, y que “pepiteen” cualquier cosita al pasar.