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Paúl E. Palacios | Los derechos humanos

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Los derechos humanos han sido brutalmente irrespetados por las mafias terroristas

Hace tan solo una semana el país declaró un conflicto armado interno. Este escenario es inédito. Luego de la fuga del más relevante PPL del país, la evasión de un individuo aprehendido bajo sospechas de planificar un atentado contra la fiscal general de la Nación, y para colmo la toma por parte de unos aprendices de terroristas del canal de televisión TC, el presidente tomó la decisión de encargar a las FF. AA. el neutralizar a grupos ya denominados terroristas.

Para ese momento, y también ahora, la población está hastiada y desbordada de rencor contra los delincuentes, quienes precisamente ese día martes asesinaron a dos guardias en el centro comercial Albán Borja de Guayaquil y a otra persona a unos cientos de metros de ahí.

Como nunca, los ciudadanos clamaban para que no se tomen prisioneros, sino que la intervención de las FF. AA. sea devastadora. ¿Se le puede pedir compasión a una ciudadanía que ve entrar detenido por la mañana a un delincuente, y salir por la tarde a volver a matar?

De manera inmediata ciertas personas y entidades locales e internacionales vinculadas con el concepto de respeto a los derechos humanos empezaron a opinar y a observar el trato de los militares a los individuos que se iba capturando. Sí, estas persona y organizaciones son importantes contrapesos a los abusos que pueden producirse en el Estado, pero lo que me extraña es que solo se fijan en los supuestos abusos de la fuerza pública, pero no vi una sola observación o denuncia de estas personas por los muertos que hubo, como tampoco una condolencia para sus viudas.

Yo confío en la doctrina de nuestras FF. AA., que tienen muy claros sus límites, tanto como el procedimiento profesional de sus miembros para reconocer una bandera blanca y unas manos levantadas, pero de ninguna manera podemos aceptar que terroristas que enfrenten a la sociedad sean recibidos con flores.

Hoy tienen la posibilidad de rendirse, deponer sus armas y entregarse; quienes así lo hagan recibirán el trato que la ley y los acuerdos internacionales disponen, pero quien se oponga por la fuerza, deberá aceptar las consecuencias.