Columnas

Un mensaje a García

Al final tú decides qué haces con el mensaje a García que esta circunstancia te dio.

Desde pequeños mi padre nos tenía la vida cargada, a mis hermanos y a mí, con tareas específicas que nos mandaba a cumplir. Eran encargos acompañados al final de unas palabras que no puedo olvidar: ¡es un mensaje a García! No podía darme la vuelta, oponer algún pretexto o justificar su incumplimiento; eso habría sido imposible.

Como muchos de ustedes saben, la historia empieza cuando en la guerra hispano-estadounidense, a fines del siglo XIX, en Cuba, se le necesitaba comunicar al jefe rebelde, general Calixto García, que los EE. UU. apoyaban su causa. Por entonces William McKinley, presidente del país, escribió una carta en cuyo interior constaba el mencionado mensaje.

Del círculo cercano se sugirió encargarle la tarea al capitán Andrew Rowan. El capitán fue convocado a la Casa Blanca y recibió de parte del presidente la carta y la orden precisa de entregársela al general García, que combatía en las selvas cubanas. Se dice que Rowan tomó la carta, la puso en su morral, abandonó el lugar, y unos cuantos días después la carta estaba en manos de García.

No quiero imaginar las vicisitudes de su transporte, su desembarco, internarse en la selva, localizar a García y entregarle el mensaje. Todo sin chistar, sin oponer pretextos y exigir recursos o facilidades. Esta es exactamente la situación ahora para cada uno de nosotros. Todos tenemos una responsabilidad con nuestras familias, con nuestros colaboradores; aquellos que lideramos equipos y recursos limitados, con nuestros clientes, con aquellos que no han tenido la suerte de contar con nuestra educación formal y viven la angustia de las carencias básicas.

La vida nos entrega a todos una carta con un mensaje adentro, con un objetivo. Podemos perder la carta y quizá nadie se dé cuenta más que nuestra conciencia. No dejo de considerar los desalientos del camino: las bolsas de cadáveres con sobreprecios, la estafa de las raciones con sus cajas seguramente musicales y la rapacidad de la corrupción. Sin embargo, esos no son más que avatares. Al final tú decides qué haces con el mensaje a García que esta circunstancia te dio.