Premium

Paul E. Palacios | Allá entre blancos

Avatar del Paúl Palacios

Por si acaso, las consecuencias del conflicto entre Irán e Israel están más cerca nuestro de lo que nos imaginamos

En el tema entre Irán e Israel cada uno tendrá su opinión, que tiene más que ver con su ideología que con hechos fácticos. Además, el sentir de cada cual está en función de cómo evalúa para sí mismo quién resulte vencedor, si es que existiera al final un vencedor. Pongamos sobre la mesa alguna evidencia, no juicios de valor.

El programa nuclear iraní empezó en la década de los años 70 bajo iniciativa del Sha. Cuando los chiitas tomaron el poder el programa se paralizó y se mantuvo de esa forma durante la larga guerra con Irak. Al final de esta, los iraníes comprendieron que debían retomar el programa y volverlo bélico, no solo energético, si es que deseaban convertirse en el más importante actor regional. Irán jugó por años con el acuerdo de Viena de 2015, burlándose de lo acordado, y el resto del mundo lo toleró o vio a otro lado. ¿Pero es moralmente aceptable que Pakistán o incluso Israel -aunque no lo admite- tengan armas nucleares, y no las tenga Irán?

La pequeña diferencia es que ninguno de esos países ha jurado borrar del mapa a otro país, excepto Irán. Justamente el mismo país que armó a Hezbolá, a Hamás y a los hutíes para que hostilicen y debiliten a Israel. El mismo país que estuvo permanentemente detrás de la guerra en Siria y de la inviabilidad de paz en Líbano. Pero hay un tema más: desde que el poder fue asumido por los teócratas iraníes, se formaron las fuerzas Quds, las cuales son parte de la Guardia Revolucionaria, que es un cuerpo que doctrinariamente responde a los ayatolás y no como el ejército regular que tiene otra institucionalidad.

Acá hay otro asunto importante: dentro de la estructura Quds hay una milicia que se denomina Basu, que controla todo, como una policía política de la era soviética. Están metidos en las universidades, hospitales, escuelas, empresas públicas, etc., para que nada salga de su control.

Para sorpresa del lector, los ‘muchachos’ de las Basu tienen presencia en al menos tres países sudamericanos, y coordinan acciones con movimientos antinorteamericanos.

El lector escoge de qué lado estar, parece que no hay forma de ser neutrales.