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Cooperación posible

Avatar del Paúl Palacios

La historia muestra que unos pocos individuos organizados y con objetivos claros, se han tomado y perpetuado en el poder.

Cuando la semana pasada escribía sobre el evento de GameStop en Wall Street, por la limitación de caracteres no rozaba otra fascinante arista relacionada con la posibilidad de mantener sostenidamente una concertación para colocar el precio de una acción por encima de su valor fundamental. Estando la acción muy alta mencioné en una red social que John Nash y sus estudios sobre Teoría de Juegos se encargarían de poner las cosas en su lugar. Unos días después John Nash, muerto hace unos años, lo hizo. Era imposible que la codicia no aflorara. Los participantes actuaron separadamente en función de su mejor interés. ¿Pasa siempre que es imposible lograr cooperación de actores sostenidamente? La historia revela que sí es posible. Es más, revela que un grupo no muy grande de personas actuando organizadamente puede hacer cosas que parecerían imposibles: Hitler con un poco más de 100 mandos y no más del 34 % de simpatizantes alemanes, logró hacerse del poder y dominar el país en 1933. Roma doblegó a Grecia, sin ser más en número ni más inteligentes. Los británicos pudieron imponerse en la India, en proporciones de 1 por 1.000. En 1917 los miembros del Partido Comunista apenas eran 23.000, pero lograron imponerse. La historia recoge muchos casos. La clave entonces y ahora es la organización. Unos pocos individuos organizados, con objetivos claros y estímulos adecuados, pueden dominar a masas muy superiores en número. Hoy vemos en los extremismos de izquierda, en el terrorismo de ISIS, en los supremacistas blancos o en cualquier grupo de esta naturaleza, que siendo porcentualmente pocos, pero articulando bien su propaganda, penetrando instituciones claves, apelando a las emociones, aprovechándose de la desidia y del desinterés de las mayorías, logran hacerse del poder con la pretensión de perpetuarse.

Si la sociedad no es capaz de identificar que puede ser subyugada por una minoría hábil y organizada; si los escasos líderes no son capaces de rechazar las migajas que caen de la mesa de esa minoría, no esperen que la mayoría haga otra cosa que vivir obsecuente cuando despierte.