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Peter Mussfeldt nos enseñó a mirar

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Peter Mussfeldt, ícono mundial del diseño gráfico, a los 24 años de edad vino a Quito invitado por un amigo y se enamoró del país. Se radicó en Guayaquil, donde trabajó, se casó, tuvo hijos y contribuyó enormemente a su cultura en la afinación estética de las artes visuales. Trabajó 20 años en la agencia de publicidad Norlop y debemos a su talento los más hermosos logotipos del país en bancos, instituciones y empresas, y pequeños diseños de nuestras riquezas naturales, en especial de Galápagos, estampados en camisetas, calentadores, alfombras y tapices de pared. Minúsculas obras de arte pictórico reproducidas en bellas pegatinas que el MAAC vendía en su tienda. Mussfeldt expuso en el país y en el extranjero. El Museo de Arte Moderno de Nueva York adquirió varias obras suyas tras una exposición de grabados latinoamericanos allí realizada. Obtuvo el primer premio del Salón de Dibujo de Guayaquil y de la Bienal de San Juan de Puerto Rico. Fue docente en la universidad Casa Grande y habitual conferencista sobre su trabajo y artes visuales en foros internacionales. Se nacionalizó ecuatoriano en 1980. En 2005 se publicó el libro Opera solaris de Peter Mussfeldt, escrito por Juan Castro y Velásquez. Nació en Berlín el 13 de febrero de 1938, estudió en Dresde, Dusseldorf, Italia, Grecia y Francia donde conoció a Cocteau y a Picasso, para quien hizo el afiche de su drama El deseo atrapado por la cola. Su logo del Banco del Pacífico fue calificado como uno de los 10 mejores del mundo. Respecto de su propia obra dijo: “La relación entre mi obra artística y comercial es abismal en cuanto a fines pero equivalente en creatividad. Siento cariño por muchos diseños en mi obra comercial y la palabra afecto describe mis diseños relacionados con T-shirts pues en ellos soy íntegramente yo”. Jovial y generoso, amigo de mi cónyuge, le hizo, sin costo, las portadas de un libro de poemas y de cuatro’ long plays’ de poetas ecuatorianos en sus voces, que editara hace décadas, cuando ambos eran jóvenes. Peter murió en esta ciudad el 29 de noviembre y ni siquiera lo supimos a tiempo para darle nuestro adiós. La pandemia, que nos iguala a todos, nos suprime también el cortejo de la muerte. Que la tierra te sea liviana, gentil y caro amigo.