La pesadilla de Charlie Hebdo

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“No hagas a otro lo que no quieres que te hagan a ti”, son nuestros apotegmas...

La fe religiosa islámica de los seguidores del Corán y las enseñanzas del profeta Mahoma, que abarca millones de fieles en el mundo entero, es admirable por su rigor y disciplina, que se manifiesta en actos como el posternarse a diario en el suelo con la cabeza baja y en dirección a La Meca a la hora de la oración, como si todos pudieran escuchar la poderosa y armoniosa voz del muecín desde los altos alminares. De ahí que la blasfemia sea considerada una falta grave que se castiga muchas veces con la muerte. Ello explica que cuando el semanario satírico político francés Charlie Hebdo reprodujera en 2015 unas caricaturas de Mahoma publicadas en un periódico danés, un grupo de fanáticos musulmanes cometieran un atentado contra ese medio, el cual dejó 12 muertos, seguido de ataques contra un supermercado de productos kosher en los suburbios parisinos, donde una policía fue abatida. Sin embargo, la investigación judicial ha sido tan lenta que solo la semana pasada comenzó el juzgamiento ante la justicia gala. Y he aquí lo insólito: por tal motivo, Charlie Hebdo volvió a publicar en sus páginas esta semana las caricaturas de Mahoma que ofendieron a la comunidad islámica, acto que aunque probablemente se defenderá como ejercicio de libertad de prensa, evidentemente tiene más de torpe y temeraria provocación contra el islam. La representación de los profetas es estrictamente prohibida por el islam sunita, y ridiculizar o insultar a Mahoma puede acarrear pena de muerte en países musulmanes, entre ellos Pakistán. Precisamente las primeras manifestaciones de protesta tuvieron lugar en varias ciudades de ese país la semana pasada, portando pancartas en las cuales podía leerse: “Pakistán lucha contra la blasfemia”. Ni cristianos, católicos o evangélicos o de otras sectas afines, con toda nuestra lenidad y tibieza soportaríamos que la imagen icónica de nuestro amado Jesucristo fuera caricaturizada en algún medio de comunicación público. Ni siquiera pensamos que habría un medio que se atreviera a hacerlo. “Respeta para que te respeten”. “No hagas a otro lo que no quieres que te hagan a ti”, son nuestros apotegmas, que en la práctica traducen con menos belleza y profundidad el “Amaos los unos a los otros” de la enseñanza bíblica.