Columnas

El horror de las diálisis

Más de 100 enfermos renales han fallecido en los últimos tres meses por falta de sus tratamientos en forma oportuna debido a la crisis hospitalaria por la pandemia, y otros 200 se encuentran en etapa crítico-terminal de esta terrible enfermedad catastrófica.

Terrible porque para sobrevivir obliga a los pacientes crónicos a someterse a un mínimo de tres sesiones semanales de diálisis, de cuatro horas de duración cada una, cuyos insumos son además costosos.

Los pacientes de por vida no pueden trabajar y necesitan alguien que los lleve a los centros de diálisis y los ayude. La única solución posible para acabar el tormento sería un trasplante de riñón y son alrededor de 12.000 los enfermos en el país. Un verdadero calvario.

La situación se agrava porque las 85 dializadoras existentes en todo el territorio nacional no logran cubrir la atención a sus pacientes en razón de que el Gobierno no les cancela la deuda de $ 250 millones, correspondiente a trece meses impagos desde junio de 2020, según lo señaló Cristina Freire, vocera de la Asociación de los Centros de Diálisis del Ecuador en un reporte de El Universo sobre este problema, quien habría expresado también que durante la pandemia fallecieron al menos 3.000 pacientes, tanto por su problema renal como por el coronavirus, que empeoró su cuadro clínico.

El nefrólogo Omar Seminario, director del Baxter Renal Care Services Guayaquil, explica que a una persona con falla renal debería hacérsele diálisis todos los días, pero por su alto costo se estandariza en tres semanales.

Si el paciente no cumple esa rutina, se producen efectos cardiovasculares complejos, como infarto agudo del miocardio, infarto cerebral o trombosis.

Las enfermedades catastróficas y esta especialmente, son una fuerte carga y obligación del Estado, en Ecuador y en los demás países de América Latina en general, y más si en nuestro caso el Gobierno actual debe pagar la factura de todo un año que no satisfizo el régimen de Lenín Moreno.