Premium

Música andina y guaguas de pan

Avatar del Nelly de Jaramillo

Y con el pan lojano recuerdo la pequeña ciudad del sur y mi primera y única visita para conocer a la familia de mi cónyuge y disfrutar del calor de la gente...

Con los ojos prendidos en la pantalla seguía la entrevista que una periodista colombiana hacía en Alemania a Leo Rojas, músico otavaleño en cuyas melodías introduce los sonidos propios sobre una base melódica de quenas y zampoñas andinas, en especial zampoñas de gran tamaño y flautas, elaboradas a su gusto. Esto le permite integrar el sonido contemporáneo a esa ambientación musical para confirmar que nunca ha perdido sus raíces con la Pachamama, como dice con alegría cuando asevera que la mejor receta para eso es despojarse de los zapatos y pisar la tierra con los pies desnudos. Confiesa que cuando estuvo en Europa por primera vez, siendo de raza indígena se sentía incómodo en asumir su condición de origen, pero su madre y familia le enseñaron que debía sentirse orgulloso de su raza y cultura, y entendió y asumió con su potencialidad y mérito personal esa raíz telúrica. Su ausencia debió ser de muchos años pues hace cerca de un par de decenios que en nuestro país los indígenas intervienen activamente en política como Confederación de Comunidades Indígenas (Conaie), teniendo en Pachakutik su brazo ejecutor, y representantes en la Asamblea. Y en la última contienda electoral, su candidato Yaku Pérez quedó en tercer lugar, muy cerca del segundo, Guillermo Lasso, que finalmente ganó el balotaje al candidato que en la primera vuelta tuvo la mayor votación. En este punto la voz de mi hija me informa que desde Loja, mis cuñadas nos han enviado las guaguas de pan clásicas, que me alegran siempre de gran manera, pues las lojanas son para comer, no para adorno. Además, estas no tienen solo la tradicional figura de las guaguas, bien envueltas y fajadas como las criaturas indígenas, sino que reproducen también otras, como las puercas con sus puerquitos, y a veces caballitos, más difíciles de modelar. Y con el pan lojano recuerdo la pequeña ciudad del sur y mi primera y única visita para conocer a la familia de mi cónyuge y disfrutar del calor de la gente, la hermosura del valle de Malacatos y Vilcabamba, recuerdos que en cierta manera son como abalorios de la suerte que tu memoria guarda para reconfortarte misteriosamente cuando estás triste, a veces, sin saber por qué.