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Inseguridad y porte de armas

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Por otro lado, es evidente que existe un fluido comercio de armas de contrabando que surte a bandas urbanas y de las cárceles...

En la sesión solemne por los 201 años de Independencia de Guayaquil que cumplió la Municipalidad porteña el 9 de Octubre, tras las palabras de rigor sobre la efemérides, la alocución de la alcaldesa Cynthia Viteri se enfocó en el fundamental problema del país, que parece haberse exacerbado en Guayaquil, al punto de definirla como una ciudad tomada por la delincuencia y la inseguridad. Esta afirmación es confirmada a diario por los medios, con los imparables delitos de robo, sicariato, secuestro, violación, al punto de atreverse los delincuentes a asaltar aun entidades bancarias y locales en centros comerciales, hacer volar por los aires cajeros automáticos, sin que los índices de estos delitos bajen pese a la labor denodada de las brigadas de captura de policía especializada y al crecido número de bandas delincuenciales desbaratadas. Ello llevó a la alcaldesa a clamar por el patrullaje en las calles por miembros de las Fuerzas Armadas en forma regular, en ayuda de la Policía nacional y metropolitana, de tránsito, y privada, para finalmente presentar su propio proyecto de Ley por la Vida y la Protección Ciudadana, “para defender a los inocentes contra los delincuentes”. El proyecto restablece la tenencia y porte de armas con la incitación a ser usadas, ya proverbial en esta funcionaria, por las personas que lo requieran y soliciten, sometiéndose a rigurosos exámenes y normativas del Ministerio de Defensa e incorporando otros puntos importantes, como la derogatoria de la tabla de consumo de drogas, que se muestre de forma pública el rostro de los delincuentes que se captura, procedimiento que en esta columna ya habíamos reclamado; ocultarlo o permitir que se cubran la cabeza con camisetas o gorras contribuye a encubrirlos. El porte de armas con permiso es necesario especialmente para que tripulantes de naves pesqueras y camaroneras puedan defenderse de la piratería en el golfo de Guayaquil. Por otro lado, es evidente que existe un fluido comercio de armas de contrabando que surte a bandas urbanas y de las cárceles, de donde salen las órdenes para los sicarios y acciones de violencia que se relacionan y conjugan haciendo el problema casi insolucionable, a menos que se piense en medidas creativas en lugar de extremar la violencia, que solo puede generar mayor violencia.