Columnas

Como si nada, ¡no!

Actuemos con responsabilidad, por los que están y por los que se fueron.

Mi amado padre fue una de las primeras víctimas del virus. Médico entregado a cabalidad a su vocación, atendió en su consulta privada hasta el día anterior al inicio del confinamiento y enfrentó su sorpresiva muerte con inmenso valor, dejando a sus hijos su última gran enseñanza.

No puedo evitar pensar en cuál sería su reacción al ver el desborde de descaro y corrupción en que estamos viviendo. Le indignaría la inercia: vemos, nos lamentamos, pero nada hacemos. Por lo menos ahora parece que todos estamos realmente asqueados porque el cinismo y el desparpajo han superado los límites admisibles, mas no hay una acción ciudadana conjunta que ejerza presión sobre las autoridades para que se vean obligadas a poner fin a tanta impunidad.

Ocurre lo contrario con el tema de la pandemia. La prudencia y moderación con que debe irse retomando la vida cotidiana van desapareciendo tan rápidamente como nos colapsó el COVID-19. Mi padre, que salvó tantas vidas, perdió la suya junto con miles de guayaquileños. Familiares, amigos y conocidos vieron morir a sus seres queridos. Algunos a padre y madre al mismo tiempo. Sin embargo hay tantos que ya empiezan a actuar como si esos días apocalípticos no hubiesen sucedido nunca. Como si nada.

Valor y prudencia hacen falta, y también sensatez, trabajo y decisión para sacar adelante el país que se nos hunde. Salgamos cada día a hacer nuestra labor con esfuerzo, y sin temor, pero hagámoslo tomando las medidas de prevención imprescindibles para reducir el riesgo de contagio. ¡No bajemos la guardia! Y simultáneamente, empecemos a crear conciencia de la importancia crucial que tendrán las elecciones en que elegiremos al próximo presidente y asambleístas. Ante la debacle actual, eduquemos a nuestros hijos, a nuestros colaboradores y expliquemos a aquellos que no tienen claro a qué se debe tanta descomposición moral y descalabro económico, que dependerá de a quién elijamos el próximo año el que haya un cambio para bien o que terminemos de hundirnos sin remedio.

Actuemos con responsabilidad, por los que están y por los que se fueron.