Voto racional o estomacal

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Han transcurrido 4 décadas en las que en la mayoría de las veces el pueblo votó con el estomago, “con infinita pasión” y no con la cabeza.

Desde el retorno a la vida constitucional, luego del triunvirato militar, en lo político el Ecuador ha vivido "el péndulo del poder", esto es, pasamos de los gobiernos de izquierda a los de derecha, como si de un juego de azar se tratara, en el cual en la mayoría de veces los ganadores fueron quienes detentaron el poder con su círculo íntimo, y los perdedores, como siempre, no solo los denominados desprotegidos o vulnerables, sino los ecuatorianos en general.

El movimiento pendular se compone de varios factores: primero, la falta de cultura política, refiriéndome al hecho de que no se discuten modelos de gestión económico, social, etc., sino características físicas o el carisma de personas, sin analizar su probidad y capacidad . Segundo, el desinterés ciudadano en la cosa pública, generado por el repudio a la clase política, por lo cual el voto pasa a responder a frustraciones, pasiones reprimidas, donde los modelos de gestión importan poco o nada, lo importante es satisfacer la sed de venganza, abonando el terreno para los caciques y populistas con discursos llenos de odio y revanchismo; sin ninguna pizca de criterio político-económico que permita en verdad al país salir de la crisis moral, económica, institucional, etc.

Hoy, muchos, amparados en el derecho constitucional de elegir y ser elegidos, pretenden sin moral alguna ser candidatos a la presidencia de la República. La mayoría presentándose como la antítesis del denominado correísmo, pero con el mismo discurso de división y odio, las mismas recetas económicas socialistas fracasadas, carentes de contenido y fundamento ideológico, y con las mismas prácticas, cargadas de verborrea inmediatista, pensada en las futuras elecciones y no en el porvenir de las futuras generaciones.

Han transcurrido 4 décadas en las que en la mayoría de las veces el pueblo votó con el estomago, “con infinita pasión” y no con la cabeza, racionalmente. Dicho comportamiento, salvo en honrosas excepciones, ha dado como resultado que hayamos tenido gobiernos “de mierda”, como resultado lógico de todo proceso estomacal, irracional.