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Modesto Apolo: ¿Normar la ética?

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Más que normar la ética hay que enseñarla y practicarla desde el hogar

La semana pasada, para ser exactos en este prestigioso Diario, leía un reportaje sobre “La utopía de normar la ética”.

Mucho se discutía sobre las normativas para regularla, en el ámbito Ejecutivo, Legislativo y Judicial. La pregunta que cabe es: ¿por qué tenemos una burocracia mayoritariamente antiética, proclive a la corrupción? Y la respuesta no puede ser otra que la ausencia de principios desde el hogar. Principios como que si algo no es tuyo, no lo tomes, porque pertenece a alguien; principios como el del respeto a la autoridad, en el hogar representada en los padres; respeto a las normas que rigen en la familia; respeto a los demás, en búsqueda del bienestar comunitario, porque si la comunidad está bien, también lo estarán quienes la integran. Principios que parecieran básicos, pero que han sido desplazados por la viveza criolla, el individualismo y el oportunismo.

Somos una sociedad en la que desde pequeños se lo justifica todo. Si el chico se queda de año es porque el profesor es malo, no porque el chico sea vago. Si encontró un celular en un espacio vacío, es que Dios hizo el milagro de ponerlo en ese lugar porque lo necesitaba (tremenda herejía y estupidez); si nos dan un extra por el trabajo al que estamos obligados a cumplir por el salario que aceptamos, pues bienvenido sea. En resumen, queremos vivir en el paraíso enseñando todas las mañas del infierno.

¿Queremos una sociedad sin funcionarios corruptos?, criemos niños con principios como la honestidad, la honradez, respetuosos de los demás; respetuosos de la autoridad y las normas. Reforcemos dichos principios con el ejemplo desde el hogar; sigamos ejemplos palpables como el de la sociedad japonesa y criemos niños con sentido de la responsabilidad, la honradez y el honor. Sólo así tendremos ciudadanos honrados, con comportamiento ético; lo demás viene por añadidura. Me refiero a la práctica ética tanto en el ámbito público como en el privado.

Por lo manifestado, más que normar la ética hay que enseñarla y practicarla desde el hogar. Porque un hogar sin principios es el germen de una ciudadanía y una sociedad corruptas.