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Modesto Apolo | Cómo falla la comunicación gubernamental

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El Gobierno pierde control del relato y alimenta la desconfianza

A dos años de gestión el gobierno del presidente Noboa enfrenta una brecha creciente entre su discurso y la percepción ciudadana. La comunicación política falla en generar empatía, credibilidad y confianza sostenida. El problema no es solo ‘qué’ se dice sino ‘cómo’, ‘quién’ y ‘desde dónde’ se comunica.

Uno de los principales errores ha sido la ausencia de una vocería estable, creíble y entrenada en manejo de crisis. La comunicación fragmentada a través de autoridades sectoriales y videos en redes sociales transmite improvisación.

Sin un vocero permanente con espacio regular y preguntas abiertas, el Gobierno pierde control del relato y alimenta la desconfianza. Corregir esto exige profesionalizar la vocería, asumir errores sin confrontación y sostener un diálogo periódico con la prensa.

Otro fallo es la falta de validación emocional. El Ejecutivo suele presentar datos antes de reconocer el malestar ciudadano. En un contexto de inseguridad, empleo precario y desigualdad territorial esta secuencia resulta contraproducente. La comunicación efectiva empieza por reconocer el dolor social, explica por qué ocurre, muestra qué se está haciendo distinto y fija plazos realistas. Sin empatía previa, los datos no convencen.

Traducir políticas públicas a efectos concretos en la vida cotidiana, reconocer límites y admitir errores no debilita al poder: lo humaniza. La honestidad, incluso en malas noticias, reduce el rechazo.

El discurso oficial no reconoce las desigualdades regionales ni nombra territorios donde la seguridad o el empleo no han mejorado. La experiencia ciudadana es territorial; ignorarla erosiona la credibilidad. Ajustar el mensaje a realidades locales es indispensable. El énfasis en ‘influencers’ desplaza la escucha real. La comunicación requiere de espacios auténticos de diálogo, incorporación de críticas y demostración de cambios derivados de escuchar; esas son señales de liderazgo democrático.

Corregir estos errores requiere verdad, pedagogía y empatía. Sin ello, cualquier mejora económica o de seguridad seguirá chocando contra el muro de la desconfianza ciudadana.