Columnas

Vientos desestabilizadores

El derecho a criticar, oponerse o protestar contra un gobierno es legítimo, pero no se justifica abusar con medidas de hecho que impiden la libre movilidad de personas, que es un derecho humano

Los altos índices de inseguridad, las movilizaciones que promueve la Conaie, la revocatoria del mandato presidencial que impulsan grupos ciudadanos, están creando un ambiente desestabilizador de la institucionalidad democrática, que en nada contribuye a mejorar la crítica situación que vive el país y solo alegra a quienes no creen en la democracia representativa y se adhieren a manejos estatizantes del poder.

El derecho a criticar, oponerse o protestar contra un gobierno es legítimo, pero no se justifica abusar con medidas de hecho que impiden la libre movilidad de personas, que es un derecho humano, siendo condenables cuando esas manifestaciones se vuelven violentas, agresivas, vandálicas, como aquellas que sufrió el país el aciago octubre de 2019, uno de cuyos principales protagonistas fue el actual dirigente de la Conaie, Leonidas Iza.

Lamentablemente el actual gobierno no ha construido bases sólidas de gobernabilidad, lo cual se logra generando confianza y credibilidad producto de acciones concretas que ataquen problemas que aquejan al conjunto de la sociedad. Se ha diluido una necesaria reforma política, hay hechos que no se corresponden con las palabras, se habla metafóricamente del 'encuentro' pero en la práctica se ha convertido en la provocación de innecesarias polémicas que han generado desencuentros con distintos sectores y actores sociales o políticos. Si a eso se suma el auge delincuencial, el alza del costo de vida, la falta de oportunidades de trabajo, las disputas por captar espacios de poder, jueces dictando fallos que afectan la seguridad jurídica y favorecen al delincuente, la atomización de criterios donde todos creen que su opinión personal o la de su grupo es la importante y veraz, han generado pesimismo en la mayoría ciudadana.

A quienes seguimos soñando con un país más ético, más democrático, menos empobrecido y mayores niveles de bienestar, nos queda aspirar que gobernantes y opositores recuerden que los intereses nacionales están por encima de su egolatría o ambiciones.

Que el diálogo, como la mejor herramienta de una democracia, nos devuelva la paz que merecemos los 17 millones de habitantes