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Vacunación, un reto del Gobierno

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Pienso que el vicepresidente Borrero ha definido apropiadamente el problema: “la salud está enferma”, y eso no puede ser un juego de palabras

La primera prueba de fuego que se impuso el presidente Guillermo Lasso es vacunar 9 millones de personas los primeros 100 días de gobierno. A la fecha el programa se lo percibe como mucho mejor ordenado que el del anterior gobierno, que se autodescalificó el momento en que permitió a unos saltarse la fila, generando desorden y una justificada contrariedad ciudadana. Se ha comenzado por donde se debía, buscando la provisión de suficientes dosis con gobiernos o farmacéuticas y contemplando el financiamiento respectivo; eso hará que la oferta pueda cumplirse favoreciendo la credibilidad del Gobierno. Está muy claro que contrarrestar la pandemia de COVID-19 es de interés nacional y la vacunación es el principal antídoto encontrado por la ciencia médica.

Lamentablemente, el gobierno anterior equivocó el enfrentamiento de este grave problema sanitario, le quiso dar un manejo político con insumos propagandísticos que no correspondían a tan emergente situación. No se transparentó la cifra real de muertes, que es muy superior a la informada oficialmente; se estima que es el triple de lo anunciado según datos de fallecimientos del Registro Civil. Hubo otra deficiencia, la cantidad de pruebas para detectar el contagio también estaba en niveles inferiores comparada con las de otros países que exhibían mejores indicadores en el control de la pandemia.

La atención de la salud es obligación prioritaria del Estado y no se limita a combatir este letal virus, aquello es muy importante en cuanto tiene la ventaja colateral de contribuir a normalizar actividades, pero se requiere una cirugía mayor al manejo del sistema en general, descentralizarlo, reabrir centros emblemáticos como el Instituto Izquieta Pérez, reorganizar radicalmente hospitales y casas de salud, nombrar directores experimentados y honorables de probada trayectoria profesional, extirpar los bochornosos repartos de los mismos, sancionar los repugnantes negociados, abastecerlos de medicinas e insumos.

Pienso que el vicepresidente Borrero ha definido apropiadamente el problema: “la salud está enferma”, y eso no puede ser un juego de palabras.