Bolivia y su democracia

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Lo único que sí es igual en ambos países es el preocupante crecimiento de la pobreza y las intransigentes posturas políticas, eso influirá en los votantes.

Bolivia celebró sus elecciones presidenciales en un evento sin tacha. Eso habla bien de quienes en el ejercicio transitorio del poder se preocuparon de que este mecanismo esencial para una confiable democracia haya sido reconocido por ganadores y perdedores y por organismos internacionales sin objeciones; a diferencia del anterior proceso electoral, que fue cuestionado por el manoseo que se hizo desde el gobierno del expresidente Morales, que quiso perpetuarse en el poder no obstante haber perdido un plebiscito convocado por él mismo, que impedía su reelección.

La mayoría de bolivianos ha escogido su rumbo. No se puede desconocer los méritos del candidato ganador, que realizó una exitosa labor como ministro de Economía: controló la inflación, hubo crecimiento económico, racionalizó la deuda externa, garantizó la inversión. Los indicadores económicos en su conjunto eran mejores que los de la mayoría de países latinoamericanos. Sin duda eso influyó en el electorado, a lo que habría que agregar que la mayoría de la población boliviana es indígena y se siente representada por esa agrupación política.

América Latina se debate en una radicalizada lucha política. Ojalá el flamante gobernante opte por impulsar el desarrollo y bienestar del país sin sectarismos, autoritarismos y odiosidades políticas, ese es su principal desafío. No le hará ningún bien a Bolivia si se deja presionar y hace un gobierno pensando solo en sus partidarios. Debe comprender que si bien su triunfo fue amplio, hay un 43 % de ciudadanos que votaron por otros candidatos.

Ecuador se apresta a elegir un nuevo gobierno el próximo mes de febrero. Es muy temprano para hacer vaticinios, pero es equivocado pensar que lo acontecido en Bolivia influirá determinantemente en Ecuador. La composición del electorado es diferente, los actos de corrupción afectarán al candidato del socialismo del siglo XXI, que no tiene antecedentes de confiabilidad para el elector. Lo único que sí es igual en ambos países es el preocupante crecimiento de la pobreza y las intransigentes posturas políticas, eso influirá en los votantes.