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La traición a la patria de Correa

Avatar del Martin Pallares

Correa candidatizó a la Presidencia y Vicepresidencia a dos personas que él sabía que estaban enlodadas en temas gordos.

Afirmar como Rafael Correa, que no tiene responsabilidad sobre lo que ocurrió en los suculentos negocios alrededor del crédito chino para Coca Codo porque Lenín Moreno es un traidor, es como negar al hijo que llega con una prueba de ADN y la misma mancha de nacimiento en las asentaderas. Y en la del mismo lado, por si las moscas.

No hay, en efecto, coartada más bruta que la de la traición para desembarazarse del ‘Sinohydro affaire’. Para comenzar, porque la susodicha traición de Moreno se produjo siete años después de que se contrató el crédito en virtud de las conversaciones entre el entonces vicepresidente Moreno y el avispado embajador chino Cai Rungo. Conversaciones sobre las que Correa tenía perfecto conocimiento. El 28 de marzo de 2010, en Radio Democracia de Quito, Moreno contó con pelos y señales cómo le había informado a su entonces jefe sobre su entrevista con el embajador.

Pero la cosa es harto más apestosa como para pretender ahora ser monjita de la caridad: Correa sabía perfectamente que Moreno estaba contaminado con los chinos cuando lo candidatizó a la Presidencia. No solo eso, Correa también sabía que Jorge Glas estaba embarrado hasta el cogote en el tema de Odebrecht cuando le impuso a Moreno su nombre para ser su compañero en las elecciones.

En morocho: Correa candidatizó a la Presidencia y Vicepresidencia a dos personas que él sabía que estaban enlodadas en temas gordos. ¿Irresponsabilidad más grande que la de pretender que dos personas embarradas ocupen la Presidencia y Vicepresidencia del país? En realidad, en esa decisión hay tantos motivos para una acusación de traición a la patria como hubo en la Venta de la Bandera de Luis Cordero en 1895.

La traición al país de haber candidatizado a dos personajes con tamaño rabo de paja es tan colosal sin embargo, que resulta imposible no preguntarse si lo hizo con la idea, aún más perversa, de haberlos escogido porque sabía que así podía controlar hasta sus esfínteres.

Conocida es la receta de su amado líder Fidel Castro: contamina a tus personas más cercanas, para que puedas controlarlos cuando pretendan alejarse.